Córdoba
(A Aníbal Galindo)
El general don José María Córdoba
De heroísmo verdadero,
fue una edad que ya se aleja.
¡Os hace falta un Homero,
tiempos de la patria vieja!
De aquel general que pudo,
de Ayacucho en la victoria,
dejar de palmas desnudo
todo el árbol de la gloria;
del bravo entre los mejores,
que dijo: arma a discreción,
y paso de vencedores4,
oídme una tradición.
Espartaco en bizarría
era el gallardo doncel:
mozo que a nadie cedía
del heroísmo el laurel.
Es la civil disensión
y es un campo de batalla:
de ancho llano en la extensión
siembra muertos la metralla.
Héroe de la antigua Grecia
transportado al Mundo Nuevo,
allí do el combate arrecia
se ve impávido al mancebo.
¡Oh, cuánta estéril hazaña!
¡Cuántos tajos y reveses!
Así bajo la guadaña
del segador caen las mieses.
-¡Ríndete -le grita alguno-,
tu esperanza es ilusoria...
Somos ciento y eres uno,
y es nuestra ya la victoria5.
Con tranquilo parecer
y altanero sonreír
-Si es imposible vencer
no es imposible morir6,
dijo el soberbio adalid,
y espoleando su bridón
cayó en la revuelta lid
destrozado el corazón.
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