Palma y Tello: una carta y unas chirigotas1
Oswaldo Holguín Callo
En la trayectoria vital de Julio C. Tello, Palma es el protector y favorecedor constante que no cesa de orientar al joven estudiante de Medicina ni de recomendar al destacado becario en el exterior: «...es como la estrella de Belén que guía los pasos de Tello, porque su generosidad y sus consejos lo conducen hacia el santuario del prestigio intelectual...»2.
Palma lo conoció en su propia casa, a la cual el despierto huarochirano acudía para estudiar con su hijo Ricardo, de quien era condiscípulo en el Colegio Lima dirigido por Pedro A. Labarthez3. Corría el año 1896 y, desde entonces, la amistad entre el viejo Director de la Biblioteca Nacional y el joven alumno provinciano no decaería nunca. En 1900, Palma lo hace nombrar auxiliar en el centro de cultura a su cargo, donde ya trabajaba de meritorio, pues «es un joven muy estudioso e inteligente y de cuyo comportamiento en la oficina estoy altamente satisfecho»4. Dos años después, logrará que lo promuevan a oficial conservador y, al entregarle la nueva colocación, le dirá: «Aquí tienes el archivo del saber humano. Si tú eres capaz de conocer y distinguir las obras literarias y científicas siquiera por el forro, entonces cuenta con mi decidido apoyo para que seas un gran bibliófilo»5. Tello, agradecido, le dedicará en 1908 su tesis de bachiller en Medicina con las siguientes frases:
Este modesto ensayo, resultado de perseverantes desvelos, fruto de algunos años de asidua labor llevada a cabo en su mayor parte en la Biblioteca de vuestra dirección, representa el esfuerzo de mi vida que más aprecio. Por eso os lo dedico, venerable señor, a vos que contribuisteis con el ejemplo y consejos a la formación de mi carácter y que, junto con las bondades que en toda hora me dispensasteis, habéis comprometido la gratitud de mi alma6.
Al año siguiente, Palma lo presenta a la sociedad e intelectualidad de Lima en un célebre banquete realizado en el restaurante del Parque Zoológico: «En el Perú actual brillantes lumbreras: José de la Riva Agüero, Francisco García Calderón y Julio C. Tello»7. Ese mismo año, el novel médico viaja a los Estados Unidos en uso de una beca para estudiar Antropología en la Universidad de Harvard y, desde ese país, le envía a su mecenas un estuchito de afeitar que no desplace al exigente escritor8. Éste, constante en su favor, logra que el gobierno de Leguía le sufrague un año más de estudios en Europa9. Avanzan ya los días de 1911. Adivinando quizá el buen éxito de esa gestión, el 16 de marzo de ese año Tello le escribe a Palma la carta que a continuación publicamos10. De contenido corto pero elocuente, nos hace saber que la sordera molestaba al casi ochentón don Ricardo y que su talentoso corresponsal buscaba en la ciencia y la técnica modernas un alivio al mal: quizá el audífono que había adquirido en Boston y en aquella oportunidad le enviaba con sus mejores deseos.
Palma fue un incansable propagandista del talento de Tello11. Éste, por su parte, mantuvo siempre estrecha y franca correspondencia con el tradicionista, a quien informaba como a un confidente sus experiencias en el extranjero, principalmente en los Estados Unidos12. Mas no sólo del ilustre viejo recibió Tello aprecio y apoyo, también sus hijos le dispensaron el trato de miembro de la familia13. El sabio arqueólogo, en fin, nunca olvidaría que a Palma y a sus hijos debía buena parte de su formación intelectual14.
La carta de Tello reviste, por lo demás, el valor testimonial extraordinario que se lo dan las chirigotas que Palma escribió en los espacios en blanco de ella. Son cuatro chanzas o chascarrillos, dos de los cuales versan sobre el socorrido tema del yerno y la suegra, con diálogos reveladores tanto del ingenio criollo como del estilo palmino pletórico de picardía limeña. El nombre que les puso, chirigotas, es el mismo que la revista Variedades, dirigida por su hijo Clemente, empleaba por entonces para titular numerosas caricaturas a página entera debidas al lápiz de Francisco González Gamarra, José Alcántara Latorre, Caamaño, Amador, etc., hábiles artistas que generalmente hacían objeto de su sátira a destacados políticos de la época. Cabe suponer que don Ricardo eligió el nombre por el favor popular que tenía en el ámbito limeño. Su publicación, por cierto, no goza de más importancia que la que puede gozar casi todo lo escrito por el tradicionista por antonomasia, a quien en esta nota hemos unido en el recuerdo a Julio C. Tello, el Padre de la Arqueología Peruana.
[Anverso]
«Harvard University,
Cambridge, Mass.
[sello]
Marzo 16 de 1911
Señor don Ricardo Palma
Biblioteca Nacional
Estimado señor:
Hace pocos días fui a visitar un establecimiento de aparatos / médicos en Boston y me acordé que alguna vez me dijo usted / que pensaba ver manera cómo ayudar su oído, pues cada día iba hacién/ dose más tardo. Creo que el audífeno [sic] que le he conseguido y que le envío [añadido ms.] le servirá / mucho; porque según me han dicho es el apropiado para los casos de / fatiga o amortiguamiento del tímpano. Avíseme usted si en algo le ayu/da, pues sería fácil conseguirle alguno otro más apropiado si fuere ne/cesario.
Julio C. Tello
[firmado]»
[Reverso]
«Chirigotas
En el confesonario:
-Acúsome, padre, dice una joven, de que me pongo muy hueca cuando me dicen bonita, ¿será pecado?
Al confesor se le despierta la curiosidad, se asoma a examinar a la penitente y contesta:
-Sí es pecado, pero sólo en cuanto a que no es bueno fomentar la mentira.
* * *
Un caballero llegó anoche al club y dijo, como quien da una noticia interesante:
-Casi no vengo, porque acabo de recibir la noticia de la muerte de mi suegra en el Callao.
-Bueno, hombre, bueno -le contestó uno de los socios. Ahora no vayas a abusar de la alegría y también te enfermes.
* * *
Un acreedor se presentó en el cuarto de su deudor que se hallaba en la cama atacado de reuma, y le dijo:
-Si usted no me paga para fin de semana, el lunes lo haré danzar en los tribunales.
-¿De veras? -le contestó el reumático-. Pues si usted logra que yo dance no sólo le pagaré sino que le profesaré eterno agradecimiento.
[Anverso: continuación]
Un yerno asiste a la consulta que su suegra celebra con un médico, el cual, después de minucioso examen, la dice:
-Señora, tiene usted la lengua bastante sucia.
A lo que el entrometido yerno contesta:
-No haga usted caso de eso, doctor, que así la ha tenido siempre en los doce años que lleva de suegra conmigo».
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