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FONDO EDITORIAL REVISTA OIGA

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ARTOLA ARBIZA, Antonio Maria. Ezkioga. En el 80° aniversario de la Pastoral de Mons. Mateo Múgica Urrestarazu sobre Ezkioga (07/09/ 1933), Lima, Fondo Editorial Revista Oiga (978-61-2465-76-03). 2DA. EDICIÓN

miércoles, 27 de junio de 2012

Palma detrás de XYZ. Un aporte al catálogo de sus seudónimos

Cecilia Moreano de Vargas

Pontificia Universidad Católica del Perú

En pos de tradiciones de Ricardo Palma en revistas decimonónicas, encontramos en la Revista Peruana del año 1879, el artículo «Títulos de Castilla en el Perú», firmado con el seudónimo XYZ29. Al leer el texto nos vimos de manos a boca con dos hallazgos importantes: el primero, que era una versión preliminar de la tradición «Títulos de Castilla en el Perú», cuya primera versión se había considerado, hasta ahora, la aparecida casi diez años después, en 1888, en el Ateneo de Lima30. El segundo era más curioso: estábamos ante un sexto, o séptimo, seudónimo de los usados por el tradicionista.

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Seudónimos de Palma

Los listados de seudónimos peruanos31 no identifican el nombre XYZ con Ricardo Palma. Así, por ejemplo, Alberto Tauro en su artículo «Hacia un catálogo de seudónimos peruanos»32 menciona, además de las iniciales R.P., el seudónimo Job, que Palma usa en la revista limeña La Zamacueca Política hacia 1859.

Según ha documentado Alfonso Harth Bedoya33, el nombre elegido por Palma durante su participación en la Logia Masónica fue Pablo Job. Guillermo Feliú Cruz encontró que Palma emplea ese mismo nombre en 1861, aunque atribuyéndolo a «Dos republicanos: Pablo Job» durante su exilio chileno para firmar el artículo «La reconquista», en el que rechaza duramente el intento español de recuperar las antiguas colonias; sin embargo Feliú identifica a estos «dos republicanos» como «Ricardo Palma y el otro presumimos lo fuera don Benigno Madueño»34.

Es conocido también el seudónimo Un Campanero, con el que Palma firma el folleto Congreso constituyente. Semblanzas, en el que satiriza a los miembros de la Asamblea Constituyente de 1867.

Gracias al padre Rubén Vargas Ugarte35, sabemos que durante la guerra del Pacífico, Palma usó el nombre Sirius en la patriótica correspondencia que enviaba a Nicolás de Piérola con información sobre la situación de Lima durante la ocupación chilena. Por los mismos años, 1881-1883, usa el seudónimo Hiram en las crónicas de la guerra con Chile que envía al periódico panameño El Canal36. En la introducción de la edición de dichas crónicas, el historiador norteamericano C. Norman Guice propone que el nombre Pucará, que firma una de las colaboraciones de El Canal, también esconde la identidad de Palma.

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Por qué usar el seudónimo

Si consideramos que en 1879 Palma es un reconocido escritor hasta ese año había publicado cuatro series de tradiciones, tres libros de poesías, una antología de poesía americana, piezas dramáticas, algunos estudios históricos, además de numerosas colaboraciones en la prensa, llama la atención que esconda la autoría de «Títulos de Castilla» en el Perú.

Según se desprende de la relación de seudónimos presentada líneas arriba, Palma oculta su identidad para no revelar la autoría de textos comprometedores o polémicos (situación especial es Un Campanero, pues para los lectores de la época no era ningún secreto la identidad del autor). Pero, ¿es «Títulos de Castilla» un texto polémico?

Quizá la razón para recurrir a un seudónimo estriba en que Palma quiere evitar que el texto sea juzgado con severidad por quienes reclaman «verdad histórica» a sus escritos. Muestra de ello es el prólogo a la edición de Tradiciones de 1883, donde dice:

«Retózame en el pecho la gana de decir un par de frescas a ciertos criticastros, necios de cuatro en púa que han tenido el candor de exigirme que compruebe con documentos hasta los pormenores más sencillos. Esa gentuza sabría [...] que la tradición no puede ni debe tener el carácter severo de la historia. Aquella se adorna con las galas de la fantasía; y ésta, que es verdad seca y razonamiento frío, rechaza todo embeleco. La tradición, es hija del pueblo, y este es padre que no se cuida, poco ni mucho, de menudencias»37.

Incluso las duras críticas que recibió por su estudio histórico «Monteagudo y Sánchez Carrión» (1877), llevaron a Palma a desistir de hacer historia contemporánea, así en carta a Benjamín Vicuña Mackena del 2 de diciembre de 1878, escribe:

«No me quejo de que me califique Ud. de forjador de increíbles patrañas y de poco versado en la chismografía de la historia. Mi divisa es ser tolerante. Precisamente mi folleto Monteagudo y Sánchez —106→ Carrión me ha traído tal aluvión de dicterios de parte de los bolivaristas de la antigua Colombia, que, a ser yo quisquilloso, habrían sublevado mi bilis [...] De los escritores peruanos, exceptuando a Odriozola, ninguno ha querido comprometerse en la lucha, bien que muchos me facilitaban datos y documentos [...] Pero quedo escarmentado para no volver a escribir sobre historia contemporánea»38.

Ante su desautorización como historiador, la retórica palmiana adoptará entonces la estrategia del discurso histórico: recurre a una prolija presentación de datos positivos, menciona sus fuentes de información (principalmente el Diccionario histérico-biográfico de Manuel de Mendiburu, la Estadística de Lima de José María Córdova y Urrutia y el Nobiliario de José de Rezábal y Ugarte39) y ofrece una detallada relación de los títulos nobiliarios que existían en el país. Incluso esta primera aparición -que difiere en poco de la versión definitiva- no lleva ninguna advertencia que lo adscriba al género de tradición.

Refuerza la idea anterior el hecho de que Palma, contra su costumbre de reunir en un volumen lo publicado en revistas, no incluyera «Títulos de Castilla» en la edición de las series de tradiciones de 1883, donde sí se insertan 43 de las 45 tradiciones que se publican en la Revista Peruana a lo largo de 1879 (no se recogen «Vítores» ni «Títulos de Castilla»; la primera reaparecerá en Tradiciones y artículos históricos en 1899 y la segunda en Ropa Vieja de 1889).

Un lector de «Títulos de Castilla»

Meses después de esta aparición de 1879, el historiador Enrique Torres Saldamando publica, en un número de la misma Revista Peruana, el artículo «Nuevos datos sobre títulos de Castilla en el Perú»40. Torres Saldamando, más que nuevos datos, se propone reparar los equívocos en los que ha incurrido el «erudito autor», así en el primer párrafo se lee:

La relación histórica de los títulos de Castilla en el Perú, publicada en la pág. 205 del primer tomo de esta Revista, si bien manifiesta el detenido estudio y prolijas investigaciones de su autor, que ha tratado esta cuestión tan extensamente como no se había hecho hasta hoy, no por eso se encuentra libre de omisiones y equívocos, que creemos —107→ deber hacer notar, por cuanto son referentes a títulos que disfrutaron peruanos distinguidos.

(513)

Las incorrecciones que encuentra Torres Saldamando en la larga lista de 102 títulos nobiliarios preparada por Palma son sólo tres: el de Conde de la Granja, el de Marqués de Guisla-Giselin y el de Conde de Tesen. Torres Saldamando justifica los yerros del desconocido XYZ por la escasa bibliografía que sobre el tema había en la época:

Reconocemos el mérito indisputable de esa relación, tanto más difícil de hacer si se tiene en cuenta que la obra más completa que pudo servir de consulta, y que es el Diccionario Biográfico del ilustrado General de Mendiburu, no está aún concluida; que Córdova y Urrutia solo relaciona los títulos concedidos a peruanos y no los que estos heredaron de los españoles; y Rezabal y Ugarte comprende únicamente a aquellos que, cuando escribió su obra «Lanzas y Medias-Anatas» [M. 1722] satisfacían aquel derecho, siendo así que algunos lo habían redimido y otros muchos se obtuvieron después, ya por concesión directa o por sucesión.

(513)

Pese a que las puntillosas observaciones de Torres Saldamando no desestiman la investigación histórica de Palma y más bien se proponen servir como «apuntes de estudio al erudito autor de "Títulos de Castilla"» (516), Palma casi no alterará la información que aparece en la versión de 1879. Así, en las publicaciones posteriores, hará correcciones referidas al estilo de la prosa de la tradición y precisará algunos datos; pero insistirá en que el título de Conde de la Granja es español -mientras que para Torres Saldamando, «solo el primer Conde de la Granja no fue peruano, pero sí su esposa y demás herederos del título, y que por tanto el condado es del Perú y no de España» (515)-; sobre el Marqués de Gisla, que Palma no incluía en su listado, se limita a sostener que es también título español; y guarda silencio sobre el Conde de Tesen.

Una última advertencia: en el comentario que aparece al final de la versión de «Títulos de Castilla» del volumen Tradiciones y artículos históricos (1899), Palma menciona que no incluye los títulos creados en la Capitanía General de Chile porque «no se consideraron en los registros de la Audiencia de Lima ni en el Nobiliario del Perú», y que «el temor de incurrir en inexactitudes, por la deficiencia de nuestros datos, nos obliga —108→ a no designarlos»41. Acaso esta alusión a las investigaciones que por esa época realizaba Torres Saldamando para su libro Los títulos de Castilla en las familias de Chile sea el sutil desquite del tradicionista.

Colofón: XYZ de Clemente Palma

Finalmente, debemos recordar que en la literatura peruana, las letras XYZ están vinculadas con el apellido Palma, pues son el título de una novela de Clemente42, primogénito del tradicionista.

Si este hecho se analiza desde la teoría de la paratextualidad, que considera que los títulos, subtítulos y otros datos de la cubierta son la propuesta de lectura que plantea el autor del texto, deberíamos revisar la obra de Clemente desde una nueva perspectiva: el nombre del padre da el título a la novela; el personaje principal, Rolland Poé, llamado XYZ por sus amigos, posee iniciales que coinciden con las de Ricardo Palma, además el apelativo del protagonista se debe a su gran capacidad con los números para hacer «bailar zarabandas a las xxx, yyy y zzz bajo los largos aleros de los radicales»43, situación que llevada al campo de las letras describiría el genio verbal de don Ricardo.

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