Ricardo Palma en la obra de Porras
Apuntes y bibliografía1
Oswaldo Holguín Callo
Raúl Porras Barrenechea, venido al mundo en 1897, tuvo en su niñez, al igual que otros infantes peruanos de su tiempo, los primeros contactos con la obra de Ricardo Palma, el insuperable mago de las Tradiciones peruanas, las cuales eran lectura obligada en el hogar y en la escuela. Desde entonces y hasta el fin de sus días, Porras admiró a Palma como escritor y como ciudadano, como creador literario y como patriota, y le dedicó no pocos estudios que sustentan estos apuntes dedicados a la memoria del gran maestro sanmarquino en ocasión de su centenario natal y del trigésimo séptimo aniversario de su muerte2.
La aproximación personal
Porras era un joven de dieciocho años estudiante de San Marcos cuando quizá se produjo su primer acercamiento a Palma, achacoso octogenario radicado en el pueblo de Miraflores, donde habitaba un rancho separado de la que sería su casa -sede hoy del Instituto que lleva su nombre- por sólo una cuadra. En efecto, él y Guillermo Luna Cartland, redactores de la revista Alma Latina, le escribieron para dedicarle la publicación como «exponente de todos los anhelos de nuestra juventud», manifestándole haber colocado su retrato en la portada del quincenario y confesándole su admiración: «Reciba Ud. este homenaje de la juventud que lo venera y junto con él, una tímida súplica para que su pluma nos dirija una palabra de bondad y de aliento»3. Como vemos, los jóvenes le pedían una colaboración, lo que era mucho pedir pues todos sabían que Palma, cansado y alejado del mundo, se había retirado de la tarea intelectual; por lo mismo, no debió sorprenderles la respuesta, en la cual, cordialmente, Palma les agradeció con frases afectuosas que le consagran el primer número de Alma Latina, lamentando no prestarles la colaboración solicitada por la prohibición formal de los médicos, aunque les animara a seguir adelante deseándoles éxitos y felicidades4.
A raíz de la muerte de Palma ocurrida el 6 de octubre de 1919, Porras, quien seguramente integró el numeroso acompañamiento ciudadano presente en las honras fúnebres celebradas en el templo limeño de la Merced y en el Cementerio General de Lima, redactó el artículo «Palma satírico» que más adelante comento. Los estudiantes sanmarquinos atravesaban un momento de animosa participación en los asuntos de interés general y Porras era uno de los más caracterizados; la Federación de Estudiantes del Perú encargó el proyecto de un monumento a Palma a una comisión compuesta por Porras, Luis Alberto Sánchez, Jorge Guillermo Leguía y otros; tres meses más tarde, en el aniversario de su nacimiento (7 feb. 1920), la misma Federación organizó una romería a su tumba y la colocación de su retrato en la casa de los estudiantes del Palacio de la Exposición; a poco, el Congreso Nacional de Estudiantes reunido en el Cuzco, en el que Porras tuvo activa participación, tributó un homenaje a Palma y a González Prada5. Desaparecidos ambos escritores, merecieron juntos el generoso homenaje de quienes, más allá de preferencias personales, debían reconocer sus indiscutibles méritos antes que sus sensibles diferencias.
Porras estrechó amistad con los hijos e hijas de Dn. Ricardo. Clemente, el mayor, director de la muy leída revista Variedades, le llevaba un cuarto de siglo; Angélica, casi veinte años; la distancia cronológica de los demás era menor. Tras el seudónimo de El Niño Goyito escribió Porras la crónica titulada «El homenaje del Ministro argentino a don Ricardo Palma» sobre la fiesta con representación de tradiciones ofrecida en la Embajada argentina, por su titular Dn. Roberto Levillier, con motivo del matrimonio de Edith Palma Schmalz, hija de Clemente, con el adjunto naval de su representación diplomática6.
Al parecer, la relación amical con Angélica fue la más estrecha; las cartas que Porras le envió en 1930 y 1934 revelan no sólo afecto sino expansión y convergencia de ideas7. En 1927, bajo el título de «Las últimas obras de Angélica Palma», Porras había publicado una elogiosa reseña de su breve pero sugestiva biografía de Dn. Ricardo y de las novelas Tiempos de la patria vieja y Uno de tantos8. Al morir inesperadamente Angélica en 1935, Porras prosiguió la relación con Augusta y Renée, haciéndose posible la edición del Epistolario (1949) citado más abajo; y cuando a Porras le tocó cumplir aquel paso, no sorprendió a nadie que, en fraterno homenaje, Augusta se expresara así: «La R y la P, letras que tanto significan para mí; ellas representan República Peruana, mi grande amor a la patria; Ricardo Palma, mi íntimo sentir filial; y Raúl Porras, mi prototipo de consecuencia en la amistad»9.
La Sociedad Amigos de Palma se formó a iniciativa de Porras para celebrar el centenario natal palmino y designó como Presidente a José de la Riva-Agüero y secretario a su diligente propulsor. El 7 de febrero de 1933 asistieron sus miembros a la ceremonia en que la Municipalidad de Lima entregó a la Biblioteca Nacional una réplica de la cabeza en bronce de Palma debida al escultor Manuel Piqueras Cotolí, pero su principal trabajo fue organizar la Semana de Palma (7 al 14), constituida por conferencias, charlas y una magnífica exposición bibliográfica, documental y testimonial. Porras ofreció la conferencia «Palma romántico» y redactó la crónica, el catálogo y la bibliografía de la citada exposición. Posteriormente, Porras presidió la Sociedad Amigos de Palma.
Porras compartió hacia el final de su vida los empeños de Augusta Palma y de Eugenio Alarco para adquirir la casa miraflorina donde pasó sus últimos años y murió Palma, a fin de establecer en ella el museo que desde 1969 es una realidad10.
Los estudios
Los trabajos palmistas de Porras pueden dividirse en bibliografías, crónica, antologías de tradiciones, ediciones y ensayos histórico-crítico-literarios.
Bibliografías
«Nota bibliográfica» por Sturgis E. Leavitt, completada por Porras (1923).
«Bibliografía de Palma» (1933).
«Bibliografía sintética de Ricardo Palma. 1833-1939» (1939).
«Bibliografía de Ricardo Palma» (1951 y 1959).
Porras era muy joven cuando advirtió que para conocer bien la obra de Palma era necesario contar con una eficaz ayuda bibliográfica. La relación hecha por el norteamericano Sturgis E. Leavitt constituía un gran avance, pero Porras reparó en que distaba mucho de ser completa, de ahí su temprana incursión en los quehaceres eurísticos en plan de completarla para el primer fascículo semanal de una colección de difusión popular titulada La literatura peruana, dirigida por Manuel R. Beltroy, aparecido el 5 de abril de 192311.
Su segundo empeño bibliográfico fue la «Bibliografía de Palma» que conformó el «Catálogo de la exposición» presentada cuando el centenario palmino en 193312. Se trata de una cuidadosa biobibliografía en el sentido literal de la palabra -obras de y sobre Palma- a la que acompañan sendas descripciones de unas vitrinas conteniendo fotografías, manuscritos, insignias, medallas, álbumes, revistas y periódicos, pinturas, programas, etc., etc.13.
Una «Bibliografía sintética de Ricardo Palma. 1833-1939» suscrita con sus iniciales R. P. B., signo de su constante preocupación por la materia, apareció en publicación sanmarquina de 193914.
Pero fue su caudalosa «Bibliografía de Ricardo Palma» publicada en 1951, al frente de la esmerada edición de Tradiciones peruanas de la Editorial Cultura Antártica, para la cual fue preparada, la culminación de estos esfuerzos15. Porras la dividió en diez partes: obras diversas, bibliografía de las Tradiciones peruanas, ediciones parciales de las tradiciones y antologías, obras en colaboración, obras editadas o prologadas por Palma; obras inéditas, perdidas y clandestinas; catálogo y memorias bibliográficas, biografía de Palma, bibliografía sobre Palma, y ensayos y críticas. Además de brindar un inventario más completo y ordenado, resultan muy valiosas sus notas, comentarios y apreciaciones personales, fruto de su vasto conocimiento de la vida y obra de Dn. Ricardo.
Crónica
Firmándose Jeromillo publicó Porras la ya citada «Crónica de la exposición» del centenario palmino16. Fue una exposición bibliográfica, iconográfica y de recuerdos organizada por la Sociedad Amigos de Palma e inaugurada el 9 de febrero de 1933 en el local de la biblioteca de Entre Nous, institución cultural presidida por Da. Belén de Osma. El seudónimo lo tomó del nombre de un avispado paje del Virrey Príncipe de Esquilache que aparece en la tradición «Una aventura del virrey poeta». En el texto hallamos su amplio concepto del testimonio y la fuente histórica:
«No sólo los sables viejos, los rifles mohosos, las proclamas y partes de batalla, los uniformes entorchados y roídos por la polilla tienen interés póstumo. También lo tienen y cuánto más evocativo y melancólico, los despojos terrenos de algún gran espíritu, las huellas directas de su vida o actividad, los objetos que cerca de él recibieron la confidencia de sus inquietudes, angustias o esperanzas, ¡manuscritos llenos de tajaduras, enmiendas e intercalaciones, o en los que la pluma corrió fácil y animosa, llevada por el calor de la inspiración romántica! ¡Libros prologados íntimamente por la amistad o la admiración literaria! ¡Cartas, retratos, autógrafas, fotografías, muertos testimonios de la vida móvil y cambiante, intornable siempre!»
(p. 131)
«La Exposición de Palma ha abierto, pues, un género de recordaciones nuevo y fructuoso para comprender el pasado y evocarlo en toda su amplitud y colorido.»
(p. 132)
Antologías de tradiciones
Tradiciones escogidas (1938).
Tradiciones peruanas. Selección y reseña de la historia cultural del Perú por Raúl Porras Barrenechea (1945).
Tradiciones peruanas. Selección y prólogo de Raúl Porras Barrenechea (1956).
Porras antologó las tradiciones en más de una oportunidad. La primera para la Biblioteca de Cultura Peruana (1.ª serie, 11), patriótica empresa editorial que dirigió Ventura García Calderón por encargo del Gobierno del General Benavides; sin embargo, se apartó de la labor antes de la aparición de la obra, sin duda por diferencias con el director17. Las tradiciones figuran divididas en siglos (XVI a XIX) y, al final, unas pocas llevan como epígrafe «Cuentos de la abuelita».
Por encargo de la editorial norteamericana W. M. Jackson Inc. Editores realizó una antología más abultada para la difundida Colección Panamericana, la cual vio la luz en Buenos Aires en 1945, siendo más de una vez reeditada18. El extenso prólogo, titulado «Reseña [de la historia] cultural [del Perú]» (Lima, 1945; pp. VII-LXXXIII), con algunas páginas dedicadas a Dn. Ricardo (pp. XLI-L), constituye el bello ensayo publicado posteriormente como «El sentido tradicional en la literatura peruana. Esquema de historia literaria del Perú»19. En realidad, se trata de un completo recuento y balance de la literatura peruana, en el cual Palma ocupa un lugar eminente. Las tradiciones aparecen agrupadas en «El alma india», «La Conquista»; los siglos XVI, XVII y XVIII; la «Revolución», «La República» y «Consejas y cuentos de viejas».
Una tercera antología, sumamente reducida, apareció bajo el sello editorial del Patronato del Libro Peruano en 195620. «El criollismo de Palma», ensayo escrito por Porras, figuró como prólogo, y las tradiciones se dividieron en «La Conquista», «La Colonia» («los Virreyes», «de amor y honra» y «mundo, demonio y carne»), «La Emancipación» y «La República».
Ediciones
Epistolario (1949).
Tradiciones peruanas (1951).
Porras fue Director Literario de la limeña Editorial Cultura Antártica, siendo decisiva su participación en la edición del Epistolario en 1949 (2 vols.), con prólogo suyo que adelante comento, y de las Tradiciones peruanas en 1951 (6 vols.)21. Según Augusta y Renée Palma, su hermana Angélica inició en Madrid en 1924 la búsqueda y copia de las cartas de su padre, labor que ellas continuaron hasta verla felizmente culminada22; lo cierto es que si les asistía razón al pensar que la colección «es al mismo tiempo una especie de autobiografía fragmentada, que ha de servir de guía a los que estudian y aman la figura preclara de Ricardo Palma», no imaginaron que el volumen único de correspondencia palmina, pues el segundo lo constituyen cartas dirigidas a Dn. Ricardo cuyos originales guardaban sus archivos, es sólo una muestra, bien es verdad que muy representativa, del universo epistolar facturado por el tradicionista. Y en cuanto a las Tradiciones peruanas, se trató de un meritísimo esfuerzo por realizar una edición lo más fiel a la voluntad de su autor, teniendo como modelo la española de Espasa-Calpe (1930).
Ensayos histórico-crítico-literarios
«Palma satírico» (1919).
«Palma romántico» (1933).
«Palma y Gonçalves Dias» (1934).
«Reseña cultural» (1945).
«Prólogo», en R. Palma: Epistolario (1949).
«Un centenario romántico olvidado: (1852-13 de enero-1952). El estreno del «Rodil» de Palma» (1952).
«De la autobiografía a la biografía de Palma» (1954).
«El desafío del General Castilla» (1954).
«Palma y lo criollo» (1955).
«Don Ricardo Palma entre el periodismo, la historia y la política. (Fragmento de una biografía)» (1957).
«Ricardo Palma, colegial de San Carlos» (1968).
«Palma periodista» (1983).
«Don Ricardo Palma» (parcialmente inédito).
Porras escribió innúmeras veces, en ensayos diversos consagrados al pasado peruano y limeño (v. gr. la Biblioteca Nacional), sobre Palma ciudadano, escritor, periodista, etc., pero sólo voy a enfocar los que le dedicó en su integridad, algunos de los cuales fueron en su origen materia y sustancia de memorables conferencias. Como es sabido, siendo muy joven Porras quiso dedicarse al estudio de nuestra literatura, y practicó su investigación y docencia; pues bien, en la conferencia que sobre la materia leyó como delegado de la Facultad de Letras de San Marcos en la velada ofrecida por la delegación peruana a la sociedad de Bolivia, en el Teatro Municipal de La Paz, el 8 de abril de 1918, ya consagró a Palma, que aún vivía, elogiosos conceptos23.
«Palma satírico», escrito a raíz del fallecimiento de Dn. Ricardo, fue el primer ensayo que le dedicó24, y en realidad su segundo trabajo de aliento, apenas precedido por la conferencia sobre José Joaquín de Larriva ofrecida en el Conversatorio Universitario en agosto de 1919; vale recordar que por entonces facturaba un trabajo general sobre los satíricos limeños -o sobre la poesía satírica y festiva- que publicó más adelante, de manera tal que Larriva y Palma calzaban bien en sus planes. Fue también su primera colaboración en Mercurio Peruano, la revista de cultura más destacada del momento, la cual honró la memoria de Palma con un número doble que reunió ensayos de valiosos elementos jóvenes: Luis Fernán Cisneros, Porras, Manuel Beltroy, Jorge Guillermo Leguía, Luis Alberto Sánchez, Edwin Elmore (Silvestre Vasombrío), etc.
Ya al inicio del trabajo Porras emite un concepto central: «Palma, el espíritu más representativo de nuestra literatura, tenía que ser necesariamente burlón» (p. 269), el cual hace recordar los de José de la Riva-Agüero en su notable y fundador libro Carácter de la literatura del Perú independiente (Lima, 1905). Porras recuerda los trabajos de Palma, al lado de Juan de los Heros, en el periódico satírico de oposición La Campana, donde publicó unas jocosas semblanzas de los diputados al Congreso Constituyente de 1867; su poemario Verbos y gerundios (Lima, 1877), donde es un poeta festivo; el «Juicio de trigamia» que publicó el semanario La Broma (Lima, 1877-1878), en el que actuó junto a Miguel Antonio de la Lama, Manuel Atanasio Fuentes, Acisclo Villarán, Eloy P. Buxó, Julio Lucas Jaimes y Benito Neto, y donde inició la demanda como abogado de la limeña burlada por el inconstante capitán; y, desde luego, las tradiciones:
«Con ser obra de historia y de celosa erudición, las tradiciones son el mejor testimonio de su malicia y de su donaire picaresco. Sólo él supo, reuniendo cualidades que se rechazan por instinto, ser erudito y travieso. Pudo haberse despersonalizado en la lectura soporosa y en la rebusca ímproba. Pero su espíritu alado revoloteaba juguetonamente sobre los infolios a caza de la anécdota añeja y escabrosa, de la aventura galante o el detalle sugeridor. En vez de envejecerse en el trato con los pergaminos, él rejuvenecía la historia con su regocijo satírico.»
(pp. 272-73)
Piensa que en las tradiciones se revela Palma criollo auténtico -indisciplinado, enemigo de la autoridad, irreverente en cuestiones religiosas, oposicionista por temperamento, malévolo y gracioso, amigo del alboroto y del tumulto...-, como que ellas contienen muchas alusiones políticas, incluso de actualidad. El estudio que realiza le permite tratar a Palma como ironista, satírico, humorista; en realidad, Porras echa nueva luz sobre una faceta importante de la obra de Palma, y completa así el análisis de Riva-Agüero25.
Para el centenario palmino Porras concretó una profunda investigación histórico-literaria que tituló «Palma romántico» y reveló como conferencia en la Sociedad Entre Nous, en la Semana de Palma, el 13 de febrero de 193326. «Palma romántico» representa un notable avance en el conocimiento del acaecer de Dn. Ricardo. Escrito catorce años después de «Palma satírico», descubrió muchas facetas de la vida y obra del tradicionista hasta entonces ignoradas u olvidadas. Porras confirmó que era posible ahondar en la materia mediante una acuciosa investigación, y quizá ya entonces se impuso la tarea de conocer a fondo la trayectoria de Palma y facturar una gran biografía, seguramente estimulado por las debidas a Angélica Palma y Luis Alberto Sánchez, las cuales dejaban ver sin esfuerzo los muchos ángulos oscuros que cabía iluminar27. Fue entonces que descubrió cómo la más sabrosa biografía de Palma «podría tejerse hilvanando los innumerables y constantes recuerdos autobiográficos que abundan en las Tradiciones»28.
«Palma romántico» es un estudio histórico amplio, no sólo de Palma sino de los románticos en general. Revela investigación documental y periodística, v. gr. los nombres de los padres de Palma, obtenidos de su partida de bautizo, que no menciona, como tampoco la calificación racial: «Sus padres -y vale apuntarlo, porque nadie lo ha hecho hasta ahora- fueron don Pedro Palma y doña Guillerma Carrillo, que ocupaban casa y posición modesta en la calle de Puno. El padre, que era santacrucista, vivió hasta la madurez de Palma. La madre murió siendo aún muy niño el tradicionista [...]» (p. 83). En tal sentido, fue la primera investigación palmista hecha en archivos, notándose también la fuente familiar -los hijos de Dn. Ricardo- y más de una inexactitud -v. gr. el equivocado nombre y la temprana muerte de la madre. En cuanto a la obra de Palma, precisa el romanticismo palmino, en poesía, teatro y prosa; sus características, esencia, etc.
En 1954 expresó que esta conferencia fue una de las dos principales contribuciones a la exégesis de Palma, «desde el punto de vista histórico-biográfico», en su centenario natal:
«En "Palma romántico" exhumé los nombres olvidados de los padres de Palma, poesías, artículos y hasta el único fragmento sobreviviente del drama "Rodil", incinerado por Palma en un auto de fe penitencial. El ambiente de la mocedad de Palma y de sus primeros ensayos poéticos y periodísticos recibió una primera luz escudriñadora [...]»29
Un espectador memorioso, para mí testigo privilegiado e historiador admirado, Guillermo Lohmann Villena, la ha calificado de
«[...] deliciosa conferencia [...], verdadera pieza maestra, en la que no se sabía qué admirar más: si la fina compenetración del orador encariñado con el tradicionista; el preámbulo inolvidable, atrevido y peligroso a la sazón, momento de graves turbulencias políticas, o la intrepidez de ciertas alusiones o citas textuales que podían acarrear al dicente serios disgustos»30.
«Palma y Gonçalves Dias» fue el tercer ensayo que Porras facturó estimulado por una pasajera residencia diplomática en Río de Janeiro en 193431. Destaca la relación amical de ambos escritores -Antonio Gonçalves Dias, notable poeta brasileño, despertó en Palma el entusiasmo por la poesía de Enrique Heine-, el viaje de Palma al Brasil, etc. La información que le franqueó Angélica Palma fue decisiva:
«Su carta del 14 [jul. 1934] ha sido un verdadero regalo. Con seguridad que si la pescan los futuros rebusxcadores [enmendado] de correspondencia la incorporan en las futuras antologías palminas. Es un verdadero [enmendado] doumento [sic] sobre la estada de Palma en el Brasil. El artículo que yo pensaba viene hecho. Toda mi técinica [sic] consistirá en atreverme a plagiarlo de buena manera. Denuncio de antemano el crimen»32.
Es también un ensayo el «Prólogo» que Porras preparó para el ya mencionado Epistolario publicado por la Editorial Cultura Antártica33. Se aprecia en él el reconocimiento de la importancia del acaecer vital palmino como parte insoslayable de su existencia total: «En Palma, una de las figuras cumbres del espíritu literario del Perú, interesan tanto como la obra, el hombre y su vida» (p. XIV), así como el valor de los documentos: «Estas cartas contribuyen a dar a conocer más íntimamente a Ricardo Palma, como hombre y como escritor» (p. XLV). Porras pasa revista a los principales temas que surgen de las cartas: la política y el liberalismo, España, la Academia de la Lengua, la Biblioteca Nacional, la literatura y las tradiciones, los libros y las ediciones, etc., etc., al lado de asuntos de naturaleza menos pública: el estado de la salud y la inevitable vejez, la familia y la vida doméstica, etc., etc. Sin embargo, errare humanum est, Porras sufre el engaño de dar crédito a todo lo dicho por Palma, como cuando afirma que su trayectoria política fue muy corta, reducida a su entusiasmo por José Gálvez, su participación en la revolución contra Castilla y en la de Balta, su labor secretarial al lado de éste y como senador, bien que no se priva de censurar sus excesos ni de expresar sus convicciones:
«Los jesuitas, el matrimonio civil, la separación de la iglesia y del Estado, la libertad de cultos, alucinadas banderas del liberalismo y quizás, a su hora, patrióticas y desinteresadas. A la distancia, podemos ver en qué paraba todo ello, en cosas que el propio Palma hubiera rechazado: en la disolución de lo hogares, el predominio de una moral utilitaria o de la amoralidad y en la puerta abierta a la invasión extranjera.»
(p. XXXV)
También me parece cuestionable decir que Palma acentuara su hispanismo a partir de su viaje a la península en 1892 (p. XLII), pues es sabido que su fracaso al proponer nuevas voces americanas a la Real Academia Española lo llevó a condenar acerbamente el conservadurismo de sus miembros.
Porras se siente bien en la España que vive, la franquista, y con tal carga afectiva interpreta a Palma: «Leídas desde España, estas cartas fijan la posición mental de un gran español de ultramar. Palma, con todos sus prejuicios de época en contra de España, abre la ruta de una nueva comprensión entre los pueblos de ambos lados del mar» (p. XLV). No advierte lo suficiente que las cartas fueron escritas en épocas diversas, y que por ende revelan cambios en las ideas y opiniones de su autor.
Viene a continuación «Un centenario romántico olvidado: (1852-13 de enero-1952) El estreno del "Rodil" de Palma», publicado en Letras Peruanas, revista de humanidades dirigida por Jorge Puccinelli34. Porras, merced a sus pesquisas periodísticas, supo cuándo se representó «Rodil», el drama que a Palma le suscitó mayores esperanzas y también el más grande desaliento en su breve cuanto juvenil carrera romántica de dramaturgo 35 Consta de una introducción sin título, «El drama histórico», «El "Rodil"», «Auto de fe o suicidio», «Fragmentos sobrevivientes», «Trama y figura del "Rodil"», y «Rodil, mito y símbolo», y fue escrito, sin conocer la obra, poco antes de su hallazgo por José Jiménez Borja en la Biblioteca del Club Nacional. Ganado otra vez por la pasión de reconstruir la historia, Porras sugiere su contenido con bastante acierto tanto como traza con mano experta el momento teatral limeño que contempló su representación. Los errores en que incurre son de poca monta, v. gr. hacer al General Mendiburu Ministro de Guerra de Echenique, cuando en realidad lo era Torrico (p. 40).
Después se ubica «El desafío del General Castilla», publicado en un suplemento especial de El Comercio con motivo del centenario de la revolución de 185436; fue la gran contribución de Porras -que extrañó la factura de otras- a dicha celebración. Se trata de un estudio sobre la verdad histórica de la tradición del mismo título, dividido en varias partes: «Entre la verdad legendaria y la verdad documental», «Anecdotismo e historia», «La tradición de Palma», «Las versiones en El Zurria [go] y El Murciélago», «La versión de los historiadores», «La documentación oficial. El Cónsul Saillard», «La versión de Saillard», «La controversia diplomática», y «La verdad histórica y legendaria».
Porras hace un meditado estudio del incidente que refiere Palma -el desafío del cónsul francés Saillard al Ministro de Hacienda General Castilla- a partir de testimonios éditos e inéditos, lo que le permite llegar a conclusiones lúcidas: «[...] en lo esencial la tradición es auténtica. Los desplantes de Saillard existieron de palabra y por escrito en diversas ocasiones [...]» (p. 30), y «la verdad tradicional del desafío de Castilla, es la cristalización de un anhelo político americanista y peruano de la época: el de mantener a raya a los representantes ofensivos de los imperialismos europeos» (p. 31). Además, se vale del análisis para hacer una apreciación general del método de trabajo de Palma y, en especial, de sus tradiciones castillistas:
«Palma siguió con respecto a Castilla la misma senda que en sus demás narraciones históricas. Se confió a su memoria y al rumor popular, caudalosos manantiales de inexactitud. Palma no revisó los periódicos ni buscó documentos para hablar de Castilla. Trató sobre todo de reflejar la imagen de Castilla que sus contemporáneos llevaron dentro, sin dilucidaciones librescas, mamotretos de pruebas, ni luces de candil, al aire libre de la historia.»
(p. 6)
Por cierto, la apreciación peca de generalidad, pues hay muchas tradiciones que revelan sustento documental y hasta cierta erudición. Tampoco es totalmente exacto lo siguiente, aunque, como casi todo lo escrito por Porras, reconozca algún apoyo:
«Antes de que surgiera una vida del caudillo, aparecieron las tradiciones de don Ricardo Palma sobre Castilla, que popularizaron los gestos y maneras de éste, sus frases refunfuñadoras, su filosofía campechana, sus gaffes ceremoniales, su cazurra reserva de estadista, y su desplante jovial y republicano.»
(p. 6)
También parece ser el primer estudio dedicado a una tradición37.
Aunque nada nuevo brindaron, debo citar sus Tres ensayos sobre Ricardo Palma (1954) por haber rescatado de los estrechos límites de la hemerografía los artículos «Palma satírico», «Palma romántico» y «Palma y Gonçalves Dias»38.
«De la autobiografía a la biografía de Palma» constituye sin duda el más penetrante trabajo de Porras en orden a esclarecer el acaecer vital de Palma39. Responde a un claro interés biográfico integral, y por lo mismo contiene una extensa valoración de la fuentes éditas e inéditas para reconstruir la existencia de su personaje, así como los apartados «Nobleza democrática» y «Familia y niñez». Sus conceptos son elocuentes:
«La biografía del tradicionista necesita ser aclarada y estudiada para calar los factores de la personalidad del escritor y de su obra. Sin el conocimiento veraz y puntual de las diversas etapas de la vida de Palma, sobre todo de las anteriores a su celebridad, de los años difíciles de la formación y sin la ubicación precisa de la situación familiar y social que hubo de afrontar, no cabe hacer disquisiciones como las que fraguan los maestros de la crítica superficial, sobre las características biológicas o morales de Palma. Su procedencia familiar y social, su infancia, las luchas de su juventud, sus azarosos días de marino, de periodista de oposición, de conspirador político y de desterrado, son casi desconocidos o apenas aludidos, en las reconstrucciones admirativas o en las tendenciosas semblanzas que de la vida de Palma se han hecho, por propios y adversos... De la reconstrucción auténtica de la vida de Palma, surgirán con sus contradicciones ineludibles, sus vacilaciones y sus congojas y con el triunfo final indeleble, la señera trayectoria moral del escritor hijo del pueblo, que se abrió paso, contra todas las conjuras, hasta ocupar el más alto sitial de la literatura patria y americana.»
(p. 1)
Porras rescata muchos apuntes autobiográficos para trazar la agitada existencia de Palma, pero también recurre a partidas parroquiales y notas periodísticas. Y hace memoria de sus propios hallazgos presentes en «Palma romántico», «que he completado en estos días, con los aportes sobre los antecedentes familiares de Palma y su vida juvenil, que di a conocer en la actuación de "Ínsula" de 6 de octubre de 1951 y se recogen en este estudio» (p. 14). Todo hace pensar que por entonces -1954- se hallaba empeñado en sistematizar sus conocimientos palmistas, quizá porque deseaba culminar las anunciadas «biografía de Palma y [...] edición de sus múltiples escritos olvidados, recogidos de periódicos peruanos y extranjeros del siglo XIX»40.
En el siguiente ensayo, «Palma y lo criollo», aparecido en 1955, Porras enfoca el folclor en la obra de Palma y, una vez más, revela una provechosa lectura de las tradiciones41. «En las Tradiciones hay refugiado y oculto un estupendo escritor de costumbres, acaso un gran novelista, creador de tipos de la farsa y del ambiente criollos[...]» (p. 9). Porras le reclama a Palma una obra mayor, una novela sobre personajes típicos de nuestro medio, v. gr. en el párrafo final:
«La digresión es larga, pero ella demuestra cómo en la juventud de Palma, por diversas influencias y circunstancias, por el ambiente romántico, por el abandono de los estudios históricos y también en parte, por cierta pereza característica, Palma dejó los caminos que hubieran podido llevarle a la creación de una gran novela de la vida peruana, con sus personajes arquetipos y deshumanizados, nutridos por la savia popular, y prefirió hacer la epopeya histórico-cómica del Perú.»
(p. 17)
El reclamo, fundado o no, hace ver, quizá por primera y única vez, cierta disconformidad o insatisfacción ante la obra palmina. No obstante reconocerle grandes méritos, el crítico nacionalista exige algo más...
Como vecino ilustre de Miraflores, Porras debió de ser requerido para colaborar en una publicación oficial destinada a relevar el centenario distrital- el Álbum centenario de Miraflores. Enero 1857-1957- donde apareció su «Don Ricardo Palma entre el periodismo, la historia y la política. (Fragmento de una biografía)»42. En efecto, se trata de un trozo de la biografía palmina que por entonces concitaba su atención, el referido a los años 1863-1864, época de intensa labor publicística y política. Porras emplea fuentes periodísticas limeñas y, gracias a ellas, constata, entre otras cosas, cómo Palma no fue precisamente veraz cuando dio cuenta de su primer viaje a Europa, falta que también descubre en la biografía escrita por Angélica...
Porras murió sin dar cima a sus investigaciones palmistas, pero dejó inéditas algunas páginas muy logradas, las cuales han dado lugar a la publicación de los siguientes trabajos.
«Ricardo Palma, colegial de San Carlos»43, cuyo anónimo encabezamiento precisamente lo presenta como capítulo inédito de un trabajo de Porras, consta de una primera parte sobre la materia del título seguida de otras dos que no se relacionan con él: «Romanticismo y política» y «Poeta civil y romántico». En aquélla, Porras defiende con abundantes pruebas la condición carolina de Palma, pero se equivoca cuando afirma que «fue rigurosamente fiel en sus remembranzas autobiográficas» (p. 33); en éstas, se ocupa de la escuela romántica peruana y de la variada producción poética de Palma, desde sus primeros hasta sus últimos versos, en especial de los contenidos en sus poemarios Armonías, Pasionarias, etc.
Y «Palma periodista»44, presentado en nota editorial como artículo inédito, pero en realidad publicado parcialmente (pp. 26-30), con pequeñas variantes, como el ya citado «Don Ricardo Palma entre el periodismo, la historia y la política...» Consta de una primera parte sin nombre a la cual le viene bien el título, «Conspirador y proscrito» y «Periodismo, historia y política», las cuales no son otra cosa que la biografía palmina presentada por periodos: 1848-1860, 1861-1862 y 1862-1864, respectivamente, según su particular acaecer. Palma se nos ofrece como ciudadano, marino, periodista y político, antes que como literato, y así las tres partes se eslabonan y conforman sendas y noticieras secciones del inconcluso esfuerzo biográfico que les dio origen. El trabajo permite apreciar, una vez más, el talento de Porras, presente en la pintura de época, las calas al medio político limeño y, sobre todo, la profunda percepción de las inquietudes e ideales de Palma, visto en sus actividades periodísticas liberales, la relación con Castilla, su desempeño marinero, el exilio en Chile, etc., etc., dejando de lado, en alguna medida, el interés por los aspectos literarios.
Destaca la provechosa rebusca en periódicos y revistas de Lima, v. gr. la primera edición de «Don Dimas de la Tijereta». Sin embargo, no está libre de apasionados errores, como éste: «El primer periódico en que escribe Palma, y aun dirige, es uno titulado El Diablo, que publica en Lima, a fines de 1848 cuando aún no había cumplido los dieciséis años» (p. 6); aunque Porras consultó el impreso, no hay base para atribuirle la dirección, sí alguna participación. Reparo extensivo a otros trabajos, y que hoy motivaría críticas de toda laya, es la falta de suficientes referencias bibliográficas y hemerográficas, así como de notas.
A la gentileza de Jorge Puccinelli debo el conocimiento de «Don Ricardo Palma», fotocopia mecanográfica de 27 páginas que cabe presentar en dos partes: la primera, hasta donde se me alcanza inédita, en la que las tradiciones y el papel literario de Palma son la materia principal, con los epígrafes siguientes: una introducción sin título, «Difusión y prestigio», «Apariencia y esencia», «El casticismo de Palma», «Americanismo y romanticismo», «La sensibilidad novecentista», «Voces desacordes», y «Perú indiviso y liberal»; y la segunda, incompleta, que no es sino el ya édito «De la autobiografía a la biografía de Palma», con algunas variantes.
Balance ad referendum
Palma no fue el primer peruano estudiado por Porras (antes estuvieron Manuel Atanasio Fuentes, José Casimiro Ulloa, Felipe Pardo y Aliaga, Pablo de Olavide, Enrique Alvarado, a quienes dedicó someras notas en la revista estudiantil Alma Latina, y sobre todo José Joaquín de Larriva, quien le mereció extenso trabajo para concurrida conferencia del Conversatorio Universitario45), pero sí el que concitó su atención a lo largo de toda su vida intelectual. En efecto, data de 1919 su primer trabajo palmista, y corresponden a los últimos años de su fecunda existencia los apuntes sobre Palma periodista y estudiante de San Carlos. Antes pues que los cronistas y las crónicas, o que Pizarro y el Inca Garcilaso, o que las fuentes históricas peruanas, fue Palma el motivo de su preocupación historicista, la cual perduró tanto como para acompañarlo hasta el fin de sus días. Eso sólo se explica por un afecto entrañable, hondo y sincero, además de una enorme admiración al hombre hijo del pueblo que alcanzó con su esfuerzo el lugar más alto de nuestra literatura. Sin embargo, hay que decir que se juntaron dos circunstancias para hacer más feliz sus inicios palmistas: el haber puesto sus ojos en los satíricos peruanos, i. e. Fuentes y Larriva, para estudiarlos a fondo, y el deceso de Palma, el que conceptuaba el más grande de todos, precisamente por ese tiempo.
Como hemos visto, Porras proyectó escribir una biografía de Palma que nadie como él podía plasmar dado su vasto conocimiento de las fuentes y, en general, del siglo XIX, y que ya en 1927 le había reclamado a Angélica Palma -«este sencillo ensayo biográfico [...] compromete a su autora a escribir, sobre el mismo tema cordial, el libro extenso y documentado que merece la vida del más auténtico de nuestros valores literarios»46. A propósito, Porras se identificaba con esa centuria, en la que brillaran sus ascendientes más calificados y seguramente hallaba el aire limpio y puro que le costaba encontrar en la suya propia. Sabido es que en todo historiador hay cierta dosis de pasadismo, y que es nota universal que el espíritu busca recrearse en el tiempo, admirado e idealizado, que colige mejor.
Los estudios palmistas de Porras admiten una división cronológica con fines analíticos:
a) 1919-1945, periodo en el que destacan los ensayos «Palma satírico», «Palma romántico» y «Palma y Gonçalves Dias», los cuales atienden a aspectos relevantes de la obra de Palma -la sátira y el romanticismo- y a una relación amical, pasajera pero fecunda, con un bardo brasileño. Predomina el interés literario sobre el biográfico, pero el historiador que bulle en Porras va abriéndose paso en busca de episodios desconocidos, fuentes inéditas y datos cada vez más precisos.
b) 1949-1960, años en los que vieron la luz y/o se plasmaron -además del prólogo al Epistolario, la «Bibliografía de Ricardo Palma» y un par de trabajos específicos- algunas piezas de la inacabada biografía integral de Dn. Ricardo: «... El estreno del "Rodil" de Palma», «De la autobiografía a la biografía de Palma», «Don Ricardo Palma entre el periodismo, la historia y la política...», «Ricardo Palma, colegial de San Carlos» y «Palma periodista».
La división permite advertir la clara tendencia hacia el campo histórico-biográfico, con pleno conocimiento del marco temporal, así como la postergación de los intereses estrictamente literarios. Cabe decir, sin embargo, que Porras nunca realizó un análisis literario desasido de la impronta historiográfica; es más, sus primeros ensayos bien merecen el encuadre de historia literaria.
Es pertinente preguntarse cuál fue el sustento del palmismo de Porras. Las respuestas no son elusivas: el ejemplo de su admirado Riva-Agüero, también rendido lector de Dn. Ricardo; la amistad con los hermanos Palma Román, sus vecinos47; su concepción romántica de la historia48, en virtud de la cual cultivaba una profunda vocación biográfica; sus primordiales preferencias de investigador histórico-literario; y, sobre todo, los méritos que ante su particular análisis acumulaba Palma: el neto carácter peruano, representativo, de su obra, que satisfacía su preocupación por determinar la personalidad nacional, de lo que provenía su identificación con el cazurro escritor, a quien consideraba constructor de la nacionalidad peruana y ejemplo a seguir49. A tales factores se agregaban algunos rasgos del carácter, y por ello Guillermo Lohmann Villena descubre una afinidad espiritual y Luis Jaime Cisneros señala cómo Porras, al igual que Palma, también fue hombre de prerrogativas y agudeza, don frecuente de su conversación y sus escritos.
Jorge Guillermo Llosa piensa que Porras estudió a Palma y a Fierro porque representaban el original mestizaje limeño de indígenas, blancos y negros, porque eran figuras limeñas tradicionales50. A propósito, Porras escribió en 1935: «La ciudad -ya lo sabéis- la fundaron en colaboración don Francisco Pizarro y don Ricardo Palma»51; lo cierto es que unió en indisoluble y perfecto connubio, magistralmente, a la ciudad y su tradicionista:
«Añorando y riendo escribieron los más auténticos limeñistas, los intérpretes y los evocadores de la ciudad, aquellos por quienes ésta vive en la historia y en la literatura. El más glorioso de todos, el que unió en más sutil alianza tradición e ingenio, lo perdurable y lo efímero del alma limeña, fue don Ricardo Palma. Se confunden de tal modo su picardía con la picardía de la ciudad, la tradición que él noveló con la historia auténtica, que no se sabe ya con fijeza si fue la ciudad la que lo forjó malicioso, o si él le ha prestado su endiablada travesura, si las tradiciones relatan sucesos que pasaron en Lima o si transcurrieron tan sólo en el Virreinato de gracia de su fantasía».52
De tal modo, estudiar a Palma fue también una manera de concretar su limeñismo, de perfeccionar su entrañable amor a Lima. Pero la obra de Palma, aunque fundamentalmente limeña, refleja al país entero, bien que a través del cristal capitalino, criollo, costeño; así, para ilustrar sus clases de Historia del Perú en el Colegio Alemán, Porras empleó las tradiciones de Palma, según testimonio de su alumno Lohmann Villena:
«Manifiestos revolucionarios [...], tradiciones de Palma, poesías románticas [...], editoriales periodísticos, fragmentos de libros de viajeros, en suma, todo un variopinto surtido de elementos informativos se ponía a nuestro alcance y nos transportaba de un modo plástico a los tumultuosos tiempos de los "cierrapuertas" y los cuartelazos, de las estampas del "Niño Goyito" y de las truculencias del motín de los hermanos Gutiérrez [...]»53
Pero si Palma se le ofrecía provechoso en las clases de historia, obviamente en las de literatura constituía un tema preferido. Bien dice Luis Jaime Cisneros que ante Porras la obra de Palma significaba de algún modo la alianza de la historia con la literatura, el gusto por la lengua y el documento, la audacia de la imaginación y el cachondeo, la solidaridad con el hombre campechano del pueblo, etc.:
«Palma era la tradición, y en la tradición estaba la mejor raíz de limeñismo. El acercamiento era esperable. Y resultó fecundo para la cultura peruana. Los estudios penetrantes que Porras dedicó a don Ricardo, a pesar del sello juvenil, tienen la madurez que suele dar la inteligencia serena y acuciosa»;
por lo mismo, la visión integral de la patria que proponen las tradiciones tenía que hallar eco propicio en Porras54.
A los ya referidos méritos de los trabajos palmistas de Raúl Porras añádense por vía de suplemento o ampliación: los temas y análisis novedosos que ensanchan el caudal del saber positivo -la formación cultural y humana: orígenes, primeros pasos, ambiciones, dudas, ideales, etc.; el empleo de fuentes primarias (partidas, cartas, etc.) y periodísticas que nadie había utilizado; las hondas calas a la psicología criolla de Palma, quizá inigualadas en penetración y agudeza; la lectura sagaz y sugestiva de su poesía y prosa; la interpretación aguda y justa de algunos episodios y fases de su trayectoria vital...
En fin, podríamos preguntarnos por qué Francisco Pizarro, el Inca Garcilaso de la Vega y Palma fueron sus personajes preferidos, vale decir los que le merecieron más tiempo, empeño y estudio entre los muchos que enfocó, y contestarnos con plena certeza: porque para él encarnaban la fundación de la peruanidad, asunto que revistió la mayor importancia -el carácter esencial- en su labor de historiador. No fue pues adjetivo en su ejercicio profesional poner los ojos en quienes calibraba fundadores, que es decir también creadores, del Perú y de la nacionalidad peruana. Y así como la exaltación del pasado patrio inspiró sus mejores páginas, la glorificación de sus más altas cimas humanas fue parte principal de su programa. Todo ello hace más fácil entender por qué su obra, a pesar del tiempo inexorable, sigue transmitiendo esencias caras al sentir y al pensar de las nuevas generaciones de peruanos.
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