Verbos y gerundios
Palma, Ricardo
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Verbos y Gerundios no es un catecismo de gramática para la escuela, sino un precioso tomito de poesías del simpático escritor peruano Ricardo Palma.
Si os complace ver siempre la cabellera desgreñada, la faz siempre pálida, los párpados siempre sombríos y las pupilas siempre húmedas de la poesía lacrimosa, no os aconsejamos leer Verbos y Gerundios.
Es esta una colección de versos ligeros como el ala de una golondrina, festivos, epigramáticos y sobre todo chispeantes de espíritu. Es un —2→ [...]1 e ideas no son de una novedad absoluta; pero, ¿qué importa la piedra de donde se ha extraído el hilo de oro? La joya será siempre la obra del artista, como la versificación y la gala poética pertenecen al poeta.
CARLOS AUGUSTO SALAVERRY.
París.
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A CRISTINA
En 1870 formé el propósito de no publicar más tomos de versos. Te has empeñado en hacérmelo quebrantar, y, a fin de que compartas con tu esposo la expiación de tan gordo pecado, te dedico el libro.
Lima, junio de 1877.
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La última copita
Ayer, entre dos luces,
casi me di de bruces
con un pobre borracho
que, sin norte ni rumbo,
daba por esas calles tumbo y tumbo,
enriada ya la dignidad a un cacho
y hecho de la moral un higo chumbo.
Perdone usted, me dijo, caballero.
¿La plazuela de Otero?
Es, señor, ese pícaro italiano,
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dueño de la chingana de la esquina,
vende un aguardientito tan liviano
que es cosa más que rica y que divina.
¡Ese aguardiente sí vale la plata!
Dicen que lo adereza
mezclando motocachi con cereza.
Treinta copas bebí, no es patarata,
y tan fresco quedé como una horchata,
prueba de que no es mala mi cabeza.
Mas de yapa, al salir, por mi desdicha,
obsequiome el bachicha
un traguito, y... ¡vea usted lo que me pasa!
Que si atinar no puedo con mi casa
y estoy dando traspiés y sin levita,
es por culpa de la última copita.
¡Tal es la humanidad! Un desatino
con otros anteriores se eslabona.
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¡Trueno gordo! Un gran mal nos sobrevenino
que a otros males le sirve de corona.
Y no culpamos nuestros hechos todos
sino que, como lo hacen los beodos,
lo atribuimos, con cólera infinita,
a la última copita.
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Lo de siempre
Si llega a ser gobierno el rey Perico
¡ya verá usted, mi amigo, lo que es rico!
Pondrá coto al derroche
y no andarán los pícaros en coche;
no bailará el ratón dentro del queso
y libertad tendremos y progreso;
y habrá tal abundancia
en aldea y ciudad, plaza y esquina
que, como lo anhelaba un rey de Francia,
todos tomarán caldo de gallina.
No tendremos ni chinches en la cama
si cumple don Perico su programa,
y seremos, mi amigo, tan felices
que hasta al que es chato le saldrán narices.
Con tal que cumpla, cuando se halle arriba,
¡viva Perico! ¡Viva! ¡Viva! ¡Viva!
Tras de una cachetina
de esas de cuerda, bombo y chamusquina,
el rey Perico, al fin de la jornada,
cálzase la prebenda suspirada,
y ¡mire usted qué hallazgo!
con el otro moríamos de hartazgo,
y con este tenemos ¡voto a sanes!
el milagrito de los cinco panes.
La casa los ratones han limpiado
y ni estaca en pared nos han dejado;
nadie tiene seguro su pellejo
y adelanta el país... como el cangrejo.
-Pues, muchachos, cambiemos de bandera,
¡muera Perico! ¡Muera! ¡Muera! ¡Muera!
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Ante tal batahola me amilano,
sospecho que tuvo ciencia infusa
la viejecita ruin de Siracusa
que a los dioses rogó por el tirano.
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Baúl cerrado
Dicen que dices que me dijiste
no sé qué historia del corazón,
y qué ojerosa te hallas y triste
porque recelas mi indiscreción.
¡ Vaya una tonta de flor y rama!
Si yo la diese circulación
conquistarías más alta fama
que Napoleón.
Capaz me juzgas de que yo diga
que cierta noche, como a las diez...
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antes me ahorquen con una liga
que yo revele tal pequeñez.
A más que nada, nada me obliga
para que, usando de avilantez,
cuente el achaque que a tu barriga
dio redondez.
Tampoco temas que luzca el cuento
de que engañabas a un tiempo a dos.
Nunca lo ajeno yo doy al viento...
de tal pecado ¡líbreme Dios!
¡Ni soy tan pillo ni soy tan bolo!
¡Baúl con llave soy! Para los
secretos... ¡Vamos!... Me pinto sólo
acá inter nos.
Antes que todo soy caballero
y no publico tu liviandad.
¡ Cuál te pusiera como un harnero
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la chismografía de la ciudad!
Poner tus gracias en candelero
fuera en mí mucha temeridad,
y yo no hago eso... porque no quiero
darte, mi vida, celebridad.
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La mujer
Ella de Judas no inventó el beso
que a Jesucristo sacrificó;
ni su alma al miedo prestando asilo
fue ella el apóstol que lo negó.
Lo amó en el triunfo y en el Calvario,
con entusiasmo y abnegación;
incontrastable fue su creencia,
incontrastable su corazón.
Nos encadena con su sonrisa;
perlas sus lágrimas del cielo son;
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llore o sonría, cautiva el alma
con misteriosa fascinación.
Infame el hombre que la calumnia,
que sus virtudes niega ¡traidor!
Amante, esposa, madre o hermana,
quien mujer dice, nos dice: -¡amor!
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La poesía
¿Es arte del demonio o brujería
esto de escribir versos? - le decía
no sé si a Calderón o Garcilazo
un mozo más sin jugo que el bagazo
enséñeme, maestro, a hacer siquiera
una oda chapucera.
-Es preciso no estar en sus cabales
para que un hombre aspire a ser poeta;
pero, en fin, es sencilla la receta.
Forme usted líneas de medida iguales
y luego en fila las coloca juntas
poniendo consonantes en las puntas.
-¿Y en el medio? -¿En el medio? ¡Ese es el cuento!
Hay que poner talento.
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Confidencia
Jóvenes ambos: él, todo nobleza,
amor y abnegación.
Ella, toda hermosura y gentileza...
coquetismo y traición.
Que fue ayer me parece -y han pasado
años sobre los dos-;
ya una cana ella oculta en el peinado,
y él, que tanto la amó, se ha vuelto a Dios.
Olvidarla, en la celda solitaria,
es vano pretender,
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que cuando a Dios levanta su plegaria
en ella mezcla un nombre de mujer.
Y para él, el recuerdo de la impura
vive en el corazón
como áspid venenoso, y lo tortura
y muerde como pérfido escorpión.
Y ella, con burla impía, dice en tanto
de un banquete en el loco frenesí:
-Si llega a hacer milagros ese santo,
clávenmelos a mí.
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Al poeta Adolfo García
Las tus trovas falagüeñas
a doncellicas e dueñas
non son dardos;
ca non tiempos son aquestos
de los joglares apuestos
e gallardos.
En tu pénnola polida
cobra dulcedumbre e vida
la canción.
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Non han tus ritmas desmedro
con las ritmas del don Pedro
Calderón.
Empero a ser meresciente
de burla malediscente
non te val,
Nin doña Virgen María
e toda la behetría
celestial.
E cata que agora se usa
ser vocinglera la musa,
non sirena.
Tiempos de barraganía
son los de ogaño -diría
Johan de Mena.
Mal maridada ¡qué mengua!
De Alonso el Sabio la lengua
majestosa,
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va con palabras de allende,
e ansí ya non se compriende
muy grant cosa.
La sotil e gaya ciencia
non finca su preeminencia
principal
en la natural semblanza,
que fue de prístina usanza
poetal.
Nin cuemo antaño sesudos
son los prestes capilludos
en poridat,
que en leturas y sermones
pecan sus lucubraciones
de pobredat.
Non con frasi noblescida,
sí de la Galia venida,
el scriptor
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fama adquier de imaginero,
e de home ilustre e mañero,
e sabidor.
Mi copla homilde te avisa
que scribas non de otra guisa,
por tu bien,
que cuemo se estila ogaño.
Sálvenos de cuita e daño
Dios. Amén.
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Cuentecillo
En un corro de malos comediantes
uno decía a la demás canalla:
-Señores, mi caballo de batalla
es el Nerón, tragedia en asonantes.
Qué aplausos ¡voto a cribas! he alcanzado.
Vamos... ¡si aquello no es para contado!
Tanto valdrá discurro
las estrellas contar. -Y en esa pieza
(preguntó otro moviendo la cabeza);
¿Qué papel desempeñas? -El de Burro.
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La gata zapatera
(Imitado de Heine)
¡Vaya! ¡Vaya, si es pícara la gata!
Más vieja que la sarna y la ronquera,
echándola de honrada y de beata
se metió zapatera.
Para correr ya medio patizamba
se dijo: -Pues salir de aquí no puedo
por causa de mis males ¡qué caramba!
no siempre me he de estar chupando el dedo.
Fue, pues, lo de poner zapatería
pura alcahuetería.
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Adornó la ventana con chinelas
de terciopelo y raso;
y las jóvenes ratas, coquetuelas,
detenían el paso
hechizadas ante esas bagatelas;
mas no pasaban de la puerta el quicio
por miedo a un estropicio.
Al fin una, refieren los anales,
llamada Chepitinga la Elegante,
rata muy pizpireta y remonona,
muy echada adelante
y criada en finísimos pañales,
se aventuró a decir: -¡Hola! ¡Patrona!
Hay botas con taquito a lo Luis quince
de las de última moda?
Y contestó la gata que era lince:
-¡Pues no ha de haber, hijita!
-Las compro si no valen mucha plata,
que andan los tiempos por demás fatales,
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y a mi papá, que es medio civilista,
ha meses no le pagan la revista.
-Entre la señorita,
(muy zalamera continuó la gata)
ya verá cómo el precio la acomoda.
Entre la linda niña;
por duro más o menos no habrá riña.
En mi tienda se calzan, no es embuste,
las ratas de más fuste.
Entre para probarla una botina
que usa la emperatriz de la gran China.
Chepitinga, animada, tomó asiento
y echó a lucir la pierna.
¡Qué pierna, Jesucristo! ¡Era un portento!
¡Redonda, limpia, trasparente, tierna!
De esas piernas tan pródigas de encantos
que hacen prevaricar hasta a los santos.
Trajo la zapatera un taburete
y, cogiéndola un pie, la echó grillete,
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a la vez que, con pérfida destreza,
un mordisco le daba en la cabeza
diciéndola: -Hija mía,
conmigo te cayó la lotería.
Por afición al lujo te has perdido
como tanta ratita mentecata
que, por no usar zapatos con zurcido,
engatusar se dejan por la gata.
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Cuentecillo
¡Fuego! ¡Incendio! La turba clamoreaba,
las campanas tañían,
la tropa de bomberos se agitaba
y los perros gruñían.
Un poeta novel y mujeriego
dijo en tal ocasión
a una chica: -Yo sé donde es el fuego.
-¿Dónde? -En mi corazón.
Y la muchacha contestó al doncel:
-Pues, hijo... ¡agua con él!
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A Adriana Buendía
Perdona, si estás molesta,
mi falta de cortesía
porque dejé el otro día
tu inspiración sin respuesta.
Un mi amigo
dijera (yo no lo digo):
Dios me hizo así tan así,
tan a etiquetas contrario,
que es el social formulario
cosa inútil para mí.
¡No! No soy un hotentote
montaraz y mal criado,
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ni la fama he conquistado
de tonto de capirote;
si no que
tanta mi sorpresa fue
al mirar que un serafín
se acordaba de mi nombre,
que me achispé, no te asombre,
y se me acabó el latín.
También te diré, en confianza,
que pensé escribirte en prosa;
mas contestar a una hermosa
en prosa vil no es crianza.
Y la musa
que ha tiempo que me rehúsa,
con obstinación fatal,
el favor que antes me hacía.
En mí es ya la poesía
anticonstitucional.
Y hay razón. La musa en tanto
es mujer, y el entrecejo
—31→
de quien ya va para viejo
debe de causarla espanto.
Si no fuera
así, paloma hechicera,
hoy por hoy una canción
romántica te enviaría,
en la cual te endilgaría
todo un credo cimarrón.
Hasta en tu nombre gentil
embeleso encuentra el alma,
y se acuerda de Djalma
y Adriana de Cardoville.
Mira, mira,
niña de la dulce lira,
que a ser yo aún trovador
de galantería extrema,
de sobrarme hubiera tema
para una flor y otra flor.
Pero, en fin, ¿cómo ha de ser?
Do llega tarde quien llega,
—32→
y el que con candela juega
peligro corre de arder.
Muy bonito,
Adriana, encontré tu escrito.
Hay hechizo en tu laúd,
y presiento, niña bella,
que a ser llegarás estrella
de primera magnitud.
—33→
¡¡¡Vicente Escobar!!!
De Caín la leyenda fratricida
eterna habrá de ser sobre la tierra,
y en vano la moral escarnecida
predica sin cesar: -¡Guerra a la guerra!
Dios a todos los hombres hizo hermanos,
y ellos huyen vivir en armonía,
y, sangrientos milanos,
se despedazan en contienda impía.
Y se esconde, entre duelos tan prolijos,
la luz de un porvenir consoladora,
y la patria infeliz, la patria llora
viendo caer a sus mejores hijos.
—34→
Y tú también, de juventud y vida
lleno y de abnegación y de heroísmo,
cual águila caudal del plomo herida
¡caíste del no ser en el abismo!
Generoso y leal, nada ha manchado
las hojas bellas de tu breve historia,
y en tu modesta tumba de soldado,
florecen los laureles de la gloria;
y amigos y enemigos
de tu esfuerzo testigos,
ante ella siempre inclinarán la frente
para decir: -Aquí yace un valiente.
—35→
Crónica religiosa
Hanme contado, Belén,
que ganaste el jubileo
Dios te haga una santa, amén,
y te acuerde todo el bien
que yo para mí deseo.
Supe que en la procesión
pasaron cosas no vistas
y que ibas tú, corazón,
realizando más conquistas
que César y Napoleón.
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Ceñida al talle gentil,
que cubre negro sayal,
¡correa descomunal!
¡Y rosario de marfil
con misterios de coral!
¡Vestida de penitente!
¿Y no te dejaste en casa
esa sonrisa elocuente
y esa mirada que abrasa?
No lo entiendo, francamente.
¿Peinada de caballito
cierto es que ibas serafín?
¿No sabes tú que el Maldito
inventó ese peinadito
que hace al hombre hablar latín?
Dirás que esto es una homilía
propia del púlpito mismo;
—37→
pero el cristiano ascetismo,
muy poco o mal se concilia
con mundanal coquetismo.
Por eso dijo un tronera,
que en este siglo liviano,
es moneda callejera,
llevar a Dios en la mano
y al diablo en la faltriquera.
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Herodías
(E. Heine)
En su mirada ardiente
reflejábase el brillo del Oriente;
tan esbelto y flexible su talle era
que envidiarlo podría la palmera;
y el beso de su labio regalado
dulce era cual la fruta del granado.
Si era ángel de almo coro
o demonio, lo ignoro,
que en cuestión de mujeres
nunca acordes están los pareceres.
¿Ni quién deslindará do la belleza
cesa del ángel y el demonio empieza?
—39→
In extremis
Éste es mi irrevocable testamento,
y dé fe su merced el escribano
yo Juan de Mata López y Sarmiento,
católico, apostólico, romano,
próximo a dar el postrimer aliento
en el santo hospital carmelitano;
lego, por bien del alma de mi hermano,
misas catorce... y por mi abuela, ciento.
Ítem: declaro no dejar ni un Cristo,
alhajas, mobiliario ni dehesas;
que en la pobreza imito a Jesucristo.
-¿Y de dónde saldrán las misas esas?
-¡Qué borrico es usted, por vida mía!
¿De dónde? De la misma sacristía.
—40→
Sedán
(De Víctor Hugo)
Es grande Lucifer en su caída.
Algo del apoteosis hay en ella.
En su inmensa catástrofe una huella
de vivísima luz puso el Señor.
¡Bonaparte cayó! Luces y nieblas
rodean su memoria soberana.
Queda la duda en la conciencia humana,
sobre el mal que hacen los que grandes son.
Cuando asciende un gigante a las alturas,
imitarlo pretende hasta el pigmeo
—41→
no alienta en un enano un Prometeo.
Quien nació chico, chico quedará.
Y Dios, para lección de los mortales, tras la epopeya la parodia trajo,
y así vimos un triste renacuajo
caer desde una altura colosal.
Era el crimen ese hombre. Era preciso
que al caer ostentase su miseria,
Histrión infame, que en infame feria
revistiera la púrpura imperial.
Y al caer entre el lodo, el mismo lodo
se avergonzó de recibir sus manes...
¡César! Asco inspiraste aún a los canes
y náusea al inmundísimo albañal.
—42→
Heroicidad
¡No bebo más! ¡No bebo! -repetía
uno a quien siempre conocí borracho;
no quiero ser más débil que un muchacho.
Alguna vez tengamos energía.
¡Nada! Aunque Cristo Padre me lo mande,
juro no tomar más, chica ni grande.
Esto diciendo, lo encontró su amigo
Juanito Papa-higo,
que es otro borrachín de tomo y lomo,
y díjole: -¡Alto ahí! ¿Qué es eso? ¡Cómo!
—43→
¡Qué! ¿No remojaremos la palabra?
Abra usted, patrón, abra,
el ventanillo y sirva prontamente
dos copas de emoliente.
Cortaremos la bilis que ella estraga
el hígado y el bazo... ¡Soy quien paga!
El otro vaciló; porque terrible
era para él la tentación aquella;
pero a la postre consiguió vencella,
y contestó con voz desapacible:
-Dispénsame... no bebo... lo he jurado.
-¡Pues anda a cazar moscas, renegado!
Y nuestro hombre siguió la calle arriba
exclamando: -¡Que viva!
¡Vaya si soy valiente!
Tengo el alma templada como acero.
No hizo lo que he hecho Napoleón primero.
—44→
¿Cómo a la tentación resistir pude?
No seré yo quien de prodigios dude
que obra la voluntad omnipotente.
¡Heroico es lo que yo hago!
Entremos donde Broggi... francamente,
tamaña heroicidad merece... un trago!
—45→
Palabras
de Netzahualt, rey de Tezcuco
La pompa mundanal se me figura
de los sauces coposos la verdura;
o el agua del arroyo enrarecida
que no vuelve al caudal que le dio vida.
Lo que fue ayer no es hoy. Sobre el mañana
nada osará afirmar la ciencia humana.
Los sepulcros, en polvo pestilente,
encierran al que ayer fue omnipotente.
Es la gloria, quimera que el hombre ama,
de otro volcar Pocatepelt la llama.
¡Nada sé! ¡Nada sé! Que el cielo esconde
la misteriosa cifra que responde
al enigma fatal, enigma sumo...
¡Todo, sobre la tierra, todo es humo!
—46→
Corazones
(De Enrique Heine)
- I -
A sus ojos y boca,
a toda su belleza juvenil,
mi fantasía loca
entusiasta rimó conceptos mil.
¡Ah! qué trova más bella,
qué soneto tan lindo y qué canción
al corazón la hiciera; pero ¡ay! ella
no tiene corazón.
—47→
- II -
¡Cuál brillaba en el baile de palacio
tu diadema, alma mía!
¡Rubí, zafiro y ópalo y topacio!
Diadema de tan rica pedrería
una reina del Asia envidiaría.
Pero de esos brillantes con que pueblas
tu faz, ninguno tiene irradiación
que a iluminar alcance las tinieblas
que hay en tu corazón.
- III -
Tú vertiste veneno
en mi alma de poeta, y mis cantares
amargos como la onda de los mares
y envenenados son.
—48→
¿Cómo pedir a mi alma
cánticos dulces, trovas inocentes,
cuando traigo escondidas mil serpientes
y a ti en el corazón?
- IV -
De tus mejillas las purpúreas rosas,
de tus manos las blancas azucenas
siempre lozanas son.
Siempre son primaveras deliciosas
tus horas dulces de ilusiones llenas...
¡y mustio sólo está tu corazón!
- V -
Tocaron las trompetas botasilla
y a escape penetraron en la villa,
luciendo cascos bien empenachados,
los hulanos azules y encarnados.
—49→
¡Qué confusión! ¡Qué gritos! ¡El estruendo
de las armas alzaba un eco horrendo!...
Al fin buscan posada... ¡Qué locura!
Conozco el corazón de una perjura
que dar puede (no miento)
posada al regimiento.
—50→
El árbol sin rival
(Cuentecillo)
-Es eucalipto, es fresno, es atrapea
ese árbol primoroso
que en su jardín se eleva tan frondoso?
¡Qué sombra! ¡Qué frescor! ¿Quién no desea
un árbol tal? -decíale a un ricacho
ayer cierto mancebo vivaracho,
y el dueño del jardín lanzó un suspiro,
contestando: -¡Ay! mi amigo, según miro,
ignora usted la historia
de ese árbol en que cree cifro mi gloria,
y que, en medio de tanta preeminencia,
—51→
por siempre ha envenenado mi existencia.
Dos veces viudo soy. Mis dos conjuntas
de tal árbol se ahorcaron en las puntas.
¡Dolor no habrá cual mi dolor tremendo!
¡Salid sin duelo, lágrimas corriendo!
Y el infeliz marido
rompió a llorar de la aflicción vencido.
En tanto el mozalbete así decía:
-Pues, hombre, es un motivo de alegría,
es síntesis de todos los placeres
tener árbol que, entre otras perfecciones,
luce la de inspirar a las mujeres
tan gratas tentaciones.
Por si me enrolo un día
de San Marcos en la archicofradía,
merecer de usted quiero un gran servicio,
que me ha de redundar en beneficio.
Poco, muy poro mi amistad reclama:
cuando lo pode usted... deme una rama.
—52→
A una beata
En tiempo de Diocleciano,
guapo emperador romano,
floreció Santa Nefija,
de la cual se habla prolija-
mente en el Año cristiano.
Y refiere de la tal
un muy docto historiador,
algo que prueba en rigor,
que ni pecado venial
es besar al pecador.
—53→
Persiguiendo el cristianismo
aquel bárbaro, a los fieles
condenaba al ostracismo,
si no hacía el barbarismo
de echarlos a sus lebreles.
Fue la santa desterrada,
y en ello fue bien librada,
que él, con feas o bonitas,
no se andaba con chiquitas
para hacer una gatada.
De llegar hubo a una ría,
y no teniendo dinero
para pagar al barquero,
le pagó... ¡quién lo diría!
con un baso bullanguero.
Sí, tras el toque de queda
comer ansiaba una hogaza.
—54→
un beso daba muy leda,
que eran sus besos moneda
bien aceptada en la plaza.
Si limosna la pedía
alguien, por amor de Dios
la santa se detenía,
y así... sin gazmoñería...
daba un beso , y hasta dos.
Y de esa santa en elogio
y ajeno a toda diatriba,
casi, casi a decir iba,
que en todo el martirologio
no la hay más caritativa.
-Pero ¿todo eso es verdad?
-Y la purísima, hija.
Si aspiras a santidad,
conmigo haz la caridad
que hacía Santa Nefija.
—55→
En un álbum
Mejor que las románticas canciones
de un vate, cuyo numen no es gran cosa,
serán ¡oh niña de la tez de rosa!
de mi afecto las francas expresiones.
Que no mueran jamás las ilusiones
en tu alma juvenil y candorosa;
que del mundo en la escena borrascosa
hagas de amor latir los corazones;
Que disfrutes de honores y fortuna;
que afanosos te busquen los placeres;
que no halles de aflicción hora importuna
y que te envidien todas las mujeres...
Y si con esto, en fin, no estás contenta,
dete Dios... la vejez de la pimienta.
—56→
¡¡¡Adolfo Valdez!!!
Fosa humilde, en región hospitalaria,
encierra al peregrino trovador:
no vibra ya de su apacible lira
el melodioso, delicado son.
No le halagó la dicha en su camino;
la adversidad su juventud gastó;
y arrastraba la cruz de su infortunio,
alegre el rostro, enfermo el corazón.
—57→
En su mente el ideal resplandecía
como en el éter resplandece el sol;
noble y leal, su espíritu valiente
siempre contra lo injusto protestó.
Y en esa lucha desigual, tremenda,
el poeta rendido al fin cayó
digno y sereno, cual caer debía
en la Roma pagana el gladiador.
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