CARTA 20
Lima, noviembre 3 de 1881
Mi distinguido amigo:
Supongo que esta encontrará a usted muy lejos ya de Ayacucho. Por más que alambico no descubro una sola razón de conveniencia política para que el gobierno continúe vegetando en el rincón de muertos. Aun suponiendo que tenga usted algún motivo para desconfiar de Cáceres, eso mismo debería ser un aguijón pues la maquinación que no alcanzará usted a desbaratar con su presencia no la destruirá desde cien leguas de distancia. Tengo para mí que es indispensable y aun salvador el que, sin pérdida de minuto, se constituya el gobierno en punto de donde pueda estar al habla con los plenipotenciarios chilenos. No recalcaría yo tanto sobre esto si tuviera usted organizado en Lima un comité o centro de trabajo; pero, desgraciadamente, mi señor don Nicolás, los pocos y leales amigos de usted procedemos sin concierto, sin plan, a lo guerrillero.
El amigo R. T. fue, por empeño mío, a hacer una visita a los plenipotenciarios de quienes, como dije a usted en mi anterior, es amigo personal. De la conversación que con ellos tuvo sacó en limpio que, a pesar de la perplejidad en que los motines del sur han venido a colocarlos, se hallan en buena disposición de ánimo para entenderse con usted y que en ningún caso, negociarán con García Calderón. Creen los plenipotenciarios, como artículo de fe que somos impotentes para continuar la guerra, que nuestros soldados no darán mi paso fuera de la quebrada y que en un mes más de inacción acabarán por desbandarse. Dicen que esperarán hasta diciembre el desarrollo de los sucesos; pero que si termina el año sin haber logrado celebrar un convenio de paz, implantarán en Lima administración chilena. Añaden que ya en Santiago abundan los pretendientes a cargos judiciales. La idea del protectorado chileno gana terreno en la prensa del Mapocho y para vergüenza nuestra tiene sectarios en Lima.
Puse inmediatamente en conocimiento del doctor A. todo lo que comunicó R. T. El comunicará a usted si ha sacado algún partido provechoso de los informes que le trasmití.
Con motivo de la publicación del oficio y cartas de Enrique Bustamante, ha llegado a ser del dominio público el proyecto de arreglo iniciado por García Calderón cerca de usted, proyecto que no tuvo éxito por haber perdido los pliegos el joven Canseco. Los chilenos conocían el asunto desde el alpha hasta la omega ¿cómo y por quién? Lo ignoro; pero Altamirano ha hablado de esto circunstancialmente y repitiendo casi artículo por artículo.
El 30 llegó del norte don Elías Mujica trayendo la correspondencia para García Calderón. Al fin, se ha desenmascarado la traición. Figuras claras, ya sabemos a qué atenernos. Montero no se moverá de Cajamarca. Es casi seguro que Huaraz y Piura, Amazonas y Loreto habrán seguido el camino de la deslealtad.
Aunque los calderonianos no desmayan en trabajar sobre el ánimo de Cáceres, yo, francamente no abrigo el menor recelo. Lo creo caballero y patriota. Le escribí, hace tres días, aconsejándole que retemplase el espíritu de su tropa, y aun me permití incluirle el borrador de una proclama, por si era de su gusto suscribirla.
Usando (quizá abusando) de la franqueza con que usted me ha ordenado que le hable siempre, quiero decirle que cada número que por acá llega del periódico oficial me produce crispadura de nervios y dolores de cabeza, me enferma y acoquina. En uno, veo decreto sobre organización de cajas fiscales (que no tenemos), es decir, decreto para el porvenir, para cuando las tengamos, para cuando haya harina que guardar en las cajas. En otro, veo la supresión de la corte de Piura, decreto sobre cuya justicia y conveniencia no hablo, que hoy es inoportuno y que va a crearle a usted resistencias. Cada decreto de este calibre lo explotan nuestros enemigos y sacan maravilloso partido. No son los actuales momentos propicios para implantar reformas, pues ellas hieren intereses personales o la vanidad de los pueblos. Seriamente hablando, quien, en el extranjero, lea ciertos decretos del periódico oficial se imaginará que el Perú goza de paz octaviana, que estamos como balsa de aceite, que es pamplina la anarquía y que no hay chilenos en casa. Yo le profeso a usted muy cordial afecto, y por eso me mortifica verlo firmando decretos que producen desprestigio y ridículo para el gobernante. Yo querría verlo a usted gobernando menos y sin preocuparse de reformas ni de asuntos que atañen al orden administrativo. Muy bonito, muy poético, muy patriótico será un decreto sobre apertura de caminos y navegación fluvial; pero sin resultado práctico e inmediato, atendidas las circunstancias del momento. Todo puede tener su oportunidad. Por mucha que sea, y yo soy el primero en reconocerla y respetarla, la actividad del espíritu de usted, no tiene usted amigo mío (y discúlpeme la rudeza de la palabra) el derecho de emplear hoy un minuto de sus vigilias en otra cosa que no sea la paz o la guerra. Lo primero es tener patria, y esa no la tendremo mientras el pabellón chileno flamee en el litoral y no se haya hundido el civilismo en lo más profundo del infierno. Cuando tengamos nación, venga en buena hora un diluvio de reformas y decretos. ¿A qué fiebre de decretar hoy para el vacío? Ello será una extravagancia o torpeza mía; pero no lo entiendo y no lo entiendo, mi señor don Nicolás. Vuelvo a pedir a usted mil perdones, por si he estado duro o exagerado en estas líneas. ¡Ojalá tenga usted muchos amigos que, sin embozo, le digan siempre claris verbis, lo que piensan y sienten!
Los magdalenos echaron a correr desde el sábado la especie de que Hurlbut había recibido correspondencia oficial aprobando sus procedimientos. Por medio de mi amigo el ministro español he averiguado lo cierto. El senado de Estados Unidos empezó a funcionar el 10 de octubre y hasta última fecha aún no se había ocupado del Perú. Todo lo que ha recibido Hurlbut es periódicos, en pro y en contra de su conducta. Espera correspondencia oficial o cablegrama por el vapor que llega al Callao el 12.
Por el último vapor me manda Federico un cartapacio, abierto, para que lo remita a usted lo haré tan luego como sepa con fijeza el punto en donde establezca usted su cuartel general. El cartapacio no es asunto de urgencia pues se reduce a cuentas. Me dice también que se halla sin recursos para dar vida al Canal hasta fin de año y me recomienda muy mucho que escriba a usted sobre el particular. He cumplido. Cada día son mayores los servicios que el Canal presta, como único órgano de defensa contra las vociferaciones de los enemigos y como pararrayos contra la calumnia. Sobre la vida o muerte del Canal es usted el árbitro.
Hasta el próximo correo. Muy suyo afectísimo.
(sin firma)
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