CARTA 37
Lima, abril 30 de 1898.
Excmo. señor don Nicolás de Piérola.
Mi respetado amigo:
Dije a usted ayer que la formación de biblioteca nacional era una tela de Penélope: Yo tejo y los gobiernos destejen, que no otra cosa es la prodigalidad de órdenes ministeriales para que proporcione a instituciones y personas libros del establecimiento.
Una vez salidos estos, es para mí arco de iglesia conseguir la devolución. No son pocos los libros importantes que hemos perdido, y para no cansar a usted con el relato, básteme decirle que el coronel alemán Pauli se llevó al irse a Europa, más de veinte volúmenes de obras militares, y dejó truncada una preciosa revista, de la cual se llevó dos tomos. Los he encargado a nuestro librero de Europa, y no desespero de que los consiga, aunque, tengamos que pagarlos carita. Mi anhelo es que la obra no quede truncada.
Yo no atino a explicarme la manera de trabajar en los hombres de letras de la nueva generación, que necesitan despojar de un cardumen de libros a la biblioteca. Para escribir los muchos librejos sobre historia nacional que he dado a luz, me bastó siempre hojear u ojear un libro, tomar las notas pertinentes, y luego devolverlo.
No me explico que, a la vez, consulte uno cien volúmenes.
Acompaño la relación que usted me pidió de los libros que están en poder del señor Ulloa. Si se ha propuesto leerlos, ya tiene tarea para algunos años, pues la mayor parte son de a folio y con grueso número de páginas.
La Sociedad Geográfica por otra parte, es desbalijadora de libros, y me cuesta Dios y ayuda la devolución. Felizmente puedo majaderear para que vuelvan a los anaqueles, porque estamos a pocos metros de distancia.
Mucho me holgaría de que se diera un decreto que ponga coto al desbarajuste. Quien quiera consultar libros que venga a la biblioteca. Lo esencial es que el libro no salga del establecimiento, y vaya a correr cortes. A lo sumo, en casos especialísimos, podría consentirse el préstamo de un solo volumen, y por determinado número de días.
Usted me ha dado múltiples pruebas de que se interesa por que la biblioteca de Lima suba y no descienda del cuarto lugar que hoy ocupa entre las bibliotecas de la América Latina (primer lugar la de Río Janeiro; segundo lugar, la de México; tercero la de Santiago; cuarto la de Lima) pues gracias a usted, que autorizó en los dos últimos años el gasto en libros para aumentar nuestro caudal de obras, hemos dejado muy atrás a las bibliotecas de Buenos Aires y de Bogotá que nos disputaban el cuarto lugar. La buena voluntad de usted y de mi perseverancia (ya que no se me abonen otras cualidades) serán estériles, si de raíz no se corta ese abuso que yo he bautizado con el nombre de filoxera bibliotecaria.
Perdone usted lo largo de esta jeremiada a su atento apreciador viejo amigo que le besa la mano.
RICARDO PALMA
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