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FONDO EDITORIAL REVISTA OIGA

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ARTOLA ARBIZA, Antonio Maria. Ezkioga. En el 80° aniversario de la Pastoral de Mons. Mateo Múgica Urrestarazu sobre Ezkioga (07/09/ 1933), Lima, Fondo Editorial Revista Oiga (978-61-2465-76-03). 2DA. EDICIÓN

domingo, 2 de octubre de 2011

MANUEL RICARDO PALMA SORIANO IN MEMORIAM

CARTA 29

MEMORANDUM

Para su excelencia el presidente de la república

Señor:

Los gobernantes de sable (excepción hecha del señor general Iglesias) que hemos tenido después de nuestros desastres bélicos con Chile, no quisieron ni supieron estimar la significación del libro, ni mucho menos la importancia de una biblioteca en todo pueblo culto. Mis gestiones, en favor de la de Lima, se estrellaban ante el indife­rentismo de los mandatarios; y si en algo eran atendidas, esa atención tenía más el carácter de personal servicio dispensado al solicitante que el de cumplimiento del deber patriótico.

Vuestra excelencia es hombre de letras y de progreso; ha viajado y podido palpar el interés que los gobiernos toman por el progreso de las bibliotecas. Por eso tengo fe en que este memorándum será atendido. Hasta aquí la biblioteca ha vivido de la acción individual de su director que, para enriquecer el caudal de libros, sin gasto del tesoro, ha puesto en juego sus relaciones personales en el extranjero y su modesta reputación literaria. Pero no es ya posible ni decoro­so continuar mendigando libros.

Ha muchísimos años que, alejado de la política y extraño a par­tidos, consagro a la biblioteca la actividad entera de mi espíritu. Vuestra excelencia conoció la biblioteca en los tiempos en que la di­rigía el egregio doctor Vigil, tiempos de relativa holgura para la república, y por lo tanto puede, con sereno criterio, estimar la dife­rencia entre esa biblioteca, que tuvo más de medio siglo de vida, y la actual que tiene doce años de existencia, en días de positiva penu­ria fiscal. La biblioteca, en la que no encontré más de quinientos vo­lúmenes de obras truncadas, representa hoy un capital de doscientos mil soles, por lo menos, y, sin falsa modestia, me siento orgulloso de mi obra. Toca hoy a vuestra excelencia gobernante no educado en los cuarteles, mandatario civil e ilustrado, dar al establecimiento el impulso oficial de que hasta aquí ha carecido. Yo he llenado el deber donde posible me ha sido. Llene vuestra excelencia el suyo en bien de la civilización patria.

Conozco, señor presidente, que la condición rentística del país está muy lejos de ser holgada, y por eso limito a lo muy estrictamen­te necesario los puntos de este memorándum, rogando a vuestra ex­celencia que, con su genial bondad, quiera tomarlos en consideración.

EXIGENCIAS DEL EDIFICIO

Data de 1821 la estantería del salón en que el general San Mar­tín inauguró la biblioteca, estantería ya apolillada después de tres cuartos de siglo de servicio. La parte alta, sobre todo, amenaza desplo­marse.

Hoy, en los estantes de los otros dos salones, no hay ya espacio libre para la colocación de obras; pues como ha visto vuestra exce­lencia, el día en que me honró con su visita, hay anaqueles con do­ble hilera de libros.

El saloncito que sirve de depósito se halla en estado ruinoso y ni peligro de derrumbarse el techo. Su reparación se impone, así como la de construir en este salón la estantería precisa.

Convendría hermosear también el edificio con la construcción de una cornisa, cambiando a la vez el piso de madera en los corredores altos, piso que se encuentra muy maltratado por el uso, como que cuenta más de treinta años. Entiendo que con un gasto de mil qui­nientos pesos fuertes podría obtenerse de Estados Unidos una elegan­te cornisa de zinc.

Tal vez, no excedan de doce mil soles lo que importarían las otras reparaciones premiosas y podría por el ministerio de Obras Públicas disponerse que uno de los arquitectos del estado forme el respectivo presupuesto.

Cuando en la administración del señor general Iglesias se invirtieron 10,000 soles en reparaciones del edificio que las tropas chilenas dejaron en pésimo estado, solicité y obtuve que se nombrara una comisión compuesta de los señores general Mendiburu, José Anto­nio de Lavalle, Federico Panizo, José Unánue y José Agustín de la Puente para que se encargara de la dirección de los trabajos y ad­ministración de la suma a ellos destinada. Las mismas razones de personal delicadeza que tuve entonces subsisten para que, si vuestra excelencia accede a que se realicen mis peticiones corra, como en­tonces, la obra bajo responsabilidad de una comisión.

EXIGENCIA INAPLAZABLE

Si la estrechez de recursos fiscales u otras causas no consintiesen atender, por ahora, las exigencias consignadas en el anterior párrafo, que, por lo menos, se atienda a la que paso a apuntar.

Establecimiento visitado de preferencia por todo viajero ilus­trado es la Biblioteca Nacional, y triste idea tiene que formarse del país y de sus hombres públicos, al ver que uno de los principa­les edificios no se conserva, en perfecto estado de aseo. Desde hace seis años las paredes exteriores y el claustro, alto y bajo, no se resanan ni reciben una mano de pintura, ni siquiera se resanan en el piso las baldosas que por el tráfico se han roto. Las sillas del salón de lectura exigen ya reemplazo, y los muebles de la dirección reclaman, por lo menos, cambio de forro. También hace gran falta en la dirección un inmueble apropiado para colocar en él las pu­blicaciones por entregas, retirando las mesitas que dan a esa sala un aspecto nada decente.

Deseo que por el ministerio del ramo, se decrete la formación de un presupuesto para atender a las necesidades someramente indi­cadas, y a otras de pequeña monta, como la de abrir una puerta de comunicación entre la sala de lectura y el traspatio. Calculo que este presupuesto no excederá de mil quinientos soles.

LIBROS

Durante mi permanencia en España, me fueron obsequiados para la biblioteca muchísimas obras cuya publicación aún no estaba termi­nada, habiéndose impreso después los tomos complementarios. Sería gran incuria dejar que tales obras, en su mayoría importantísimas, siguiesen figurando truncadas en nuestra Biblioteca Nacional. No es tampoco decoroso para el país ni para mí solicitar, desde Lima, que los autores o editores complementen las obras. Acompaño la relación de éstas, agregando la de los libros de consulta frecuente, y de que carecemos. Con un gasto aproximativo de seis mil pesetas quedaría satisfecha esta exigencia. El pago podría hacerse enviando tres mil pesetas al remitir el pedido, y abonando el resto al re­cibirse en Lima los libros. La casa librería de Fernando Fé, en Madrid, y con la que estoy en correspondencia, acepta este contrato sin más fórmula que la de mi garantía personal.

Hay libros franceses solicitados frecuentemente por el público, sobre todo, en el interesantísimo ramo de lingüística. Adquiriéndo­los complementaríamos esta sección, que es una de las más valiosas de este establecimiento. En América, solo la Biblioteca de México es superior a la nuestra en libros sobre lingüística americana. La relación num. 3 que acompaño representa un gasto de 2.072 francos, y las otras podrían obtenerse abonando 1.000 francos al enviar el pedido, y el resto al recibirse en Lima.

MANUSCRITOS

Desde Madrid di aviso al gobierno de haber comprado en 400 pesetas el primer tomo manuscrito, elegante copia, lujosa encuader­nación, de la obra que, sobre historia del Perú, escribió el limeño Llano Zapata, y pedí, que, a la vez que se me reintegrase el gas­to, se me autorizase para hacer copiar los tres tomos restantes que existen también inéditos en la biblioteca de la Real Academia de la Historia, pues había obtenido aquiescencia para ello del director, señor Cánovas de Castillo y del bibliotecario señor Menéndez y Pelayo. La copia la tenía contratada por la suma de mil pesetas cada tomo. Mi oficio ni siquiera se contestó ni he sido reintegrado de las 400 pesetas que gasté por cariño a las letras nacionales, y que no pretendo se me abonen ya, por haber obsequiado a la biblioteca el manuscrito.

¿Se me autorizará para investigar si aún subsiste la aquiescen­cia para sacar copia de esos tres tomos? En caso de respuesta afirmativa ¿podré ajustar contrato con la persona que se encargare de hacer y remitir la copia?

SUBVENCION

La de cien soles al mes que la ley acuerda para adquisición de libros y encuadernaciones es, a todas luces, insuficiente. De esa suma destino cada mes 30 soles para el pago de suscripción a diversas publicaciones, y con el resto apenas hay para atender a la encua­dernación de cincuenta o sesenta volúmenes. Los libros que lle­gan, como regalo del extranjero, vienen siempre a la rústica y, por término medio, los calculo en 40 volúmenes al mes. La encuader­nación de periódicos, por otra parte, se hace lentamente por falta de dinero para pagar 4, 5 ó 6 soles por tomo de gran formato.

¿Se podría obtener del congreso que, desde el año próximo, se duplicara siquiera la subvención?

DEUDAS DEL ESTABLECIMIENTO

Por la informalidad fiscal, durante los once meses del gobierno Borgoño-Cáceres, para satisfacer los presupuestos mensuales (pues por sueldos, subvención, gastos de escritorio, alumbrado y policía, se nos debe, según liquidación del tesoro, 5,864 soles) tiene hoy la biblioteca dos acreencias premiosas que satisfacer. Debemos a la empresa del gas 465 soles por alumbrado y 78 a la casa de Colville por útiles de escritorio. En pagar los 543 soles a que ascienden ambas deudas se halla comprometido mi decoro, pues fue conmigo con quien pactaron los acreedores, y es a mí a quien constantemente mortifican con su justa reclamación. Sé bien que la biblioteca no tiene porqué ser privilegiada para el pago de los haberes que se adeudan a su director y subalternos, y por ello estoy muy lejos de gestionar sobre este punto; pero sí creo de estricta justicia que sean pagados los dos acreedores, rebajándose los 543 soles de su acreencia de los 5.864 soles de nuestra liquidación.

SUELDOS DE EMPLEADOS

Si todo trabajo debe estar remunerado en armonía con la suma de conocimientos y de aptitudes necesarias para su buen desempe­ño, es injusto que los tres oficiales conservadores jóvenes que poseen un caudal de instrucción bibliográfica, que han hecho medianos estu­dios en letras y ciencias, que traducen, con mayor o menor fa­cilidad latín y griego, francés e inglés, italiano y portugués, es injusto, repito, que solo gocen de sesenta soles mensuales. Cuando en la administración Iglesias se organizó la biblioteca, se asignó a cada conservador el sueldo de ochenta soles; pero, posteriormente, uno de los congresos, por mal entendida razón de economía, sancio­nó la injusticia de rebajar a sesenta el haber de esos instruidos y laboriosos empleados.

A petición mía, y por ser ya innecesarios sus servicios, la su­prema junta de gobierno, dio de baja, en mayo del presente año, al conservador de la galería de pinturas, galería que desde 1892 de­pende de la municipalidad. Esos sesenta soles son los que deben distribuirse entre los tres conservadores actuales, poniéndolos así en posesión del primitivo sueldo que tuvieron (80 soles), sin que por ello) se altere la cifra que, para el personal bibliotecario, determina la ley de presupuesto.

El único amanuense de la oficina, y que a la vez desempeña el puesto de vigilancia en el salón de lectura, tampoco se halla, en concepto, decorosamente rentado. Justo sería asignarle un sueldo de sesenta soles, en lugar de los cincuenta que hoy disfruta.

En cuanto a los auxiliares, si bien no estimo preciso para ellos un aumento sobre su haber de cuarenta soles, en cambio el bien servicio del establecimiento hace necesaria la creación de una plaza más de auxiliar.

DEVOLUCION DEL LOCAL

En 1889 el exministro de hacienda don Eulogio Delgado despo­jó arbitrariamente a esta biblioteca de un local que yo destinaba para establecer una salita de lectura para señoras y personas de alta respetabilidad social, con el pretexto de que ese local le era ne­cesario para que funcionase en él una sociedad de agricultura. A pesar de mis reclamaciones ante el ministerio de justicia, el despo­jo quedó consumado, declarándoseme que era potestativo del gobier­no disponer, en la forma que tuviera por conveniente, de todo edi­ficio de propiedad nacional, doctrina que yo acato y que ciertamente no me había propuesto contradecir.

La sociedad de agricultura ha más de tres años que no funcio­na, permaneciendo el local cerrado y las llaves en poder de uno de miembros.

Las crecientes necesidades de la biblioteca hacen que ahora me sea más precisa que antes la devolución de ese local, prometiéndo­me que así lo dispondrá el supremo gobierno.

CATALOGOS

Considero de gran utilidad y conveniencia la impresión de ca­tálogos, como se ha hecho en Río Janeiro, México, Santiago de Chi­le y Buenos Aires, siendo la última de estas bibliotecas inferior a la de Lima en calidad de obras y en la importancia de ellas. Nues­tra biblioteca ocupa el cuarto lugar entre las de América.

Tal vez por la imprenta del estado sea posible hacer la pu­blicación con alguna economía para el tesoro.

***

Excelentísimo señor presidente: Conversábase una tarde en Ma­drid a presencia mía, en días de grave crisis hacendaria, sobre la urgente necesidad de gastar un millón de pesos en restaurar esa joya monumental de la arquitectura árabe, que se llama la Alham­bra de Granada. El ministro de fomento, que era uno de los ter­tulios, exclamó asustado: “¡Un millón de pesos!” Pas possible, ami­go mío. Los pueblos pobres, como los individuos pobres, no tienen el derecho de gastar en joyas.

Merecerían de vuestra excelencia igual respuesta a mis modera­das exigencias? Me prometo que no. Ni la biblioteca de Lima es la Alhambra, ni la cantidad que ha de invertirse en ella produci­rá bancarrota fiscal, ni los libros significan lujo para la sociedad culta.

Me es grato reiterar las seguridades de respetuosa consideración con que soy de vuestra excelencia antiguo amigo y apreciador afec­tísimo.

RICARDO PALMA

Lima, octubre 10 de 1885.

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